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Por lo demás, y si sólo se mirara el beneficio material, a sacar el redaño al prójimo, crea usted, señora marquesa, que no habría tenaza mejor que el oficio de prestamista sin entrañas. Me he convencido de ello con la experiencia de estas vecindades suyas. ¡Es un espanto lo que sabría usted si contaran estas cuatro paredes la mitad de lo que han visto y oído!

Yo me he de partir hoy, porque me manda Que acuda de Coín a la flaqueza, De los fieros cristianos oprimida, Ejercitados en continuos robos, Celadas, quemas, correrías, talas Y otras malas y ruines vecindades Que suelen siempre hacer los fronterizos, Y más donde Rodrigo de Narváez Está con tal valor, consejo y fuerza, Que es uno de los nueve que publica Del Sur al Norte la española fama.

Decidieron por fin establecerse en el Siglo de la calle Mayor, donde se encontraron bastantes personas conocidas. Rubín necesitaba algunos días para la aclimatación en nuevo local. Al principio cambiaba frecuentemente de mesa, bien porque el sitio era expuesto a las corrientes de aire, bien por ciertas vecindades un poco molestas.

Convino conmigo en que sin dejar de ser montañés todo el conjunto del paisaje, tenía impreso ya en sus líneas y en sus tonos el influjo de sus vecindades castellanas, y continuamos bajando.

Bien hayan los berros, que nacen unos entrepernados con otros, como vecindades de la Corte, perdone la malicia la comparación.

No tenía de la aldea la holgura, ni la independencia, ni el horizonte, ni el aire puro, ni el sol esplendoroso, ni los aromas, ni el plácido aislamiento; pero sus miserias, sus vecindades, su escasez de recursos, su soledad, su desamparo, su pequeñez.

La marquesa, por vecindades en la mesa redonda del hotel en que se hospedaba, había trabado amistad con una señora de buen aire, la cual señora tenía dos hijas muy guapas: la una y las otras eran, además, muy discretas y muy distinguidas de porte. Tampoco eran de Madrid condición muy del gusto de la marquesa ; pero sin ser de Madrid se puede ser guapo, y hasta listo y elegante.

Damas de idéntico color ostentaban las últimas modas de París, balanceando con orgullo las caderas y sus enormes vecindades, avanzando el belfo desdeñoso bajo el ala de un sombrero floreado.