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Se cuenta de algún pintor que se hizo bandido y asesino para estudiar bien como mueren violentamente los hombres; de cirujanos y naturalistas que, a fin de profundizar los misterios del vivir y del morir, cometieron crueles anatomías y disecciones en personas vivas; y aún del médico Vesalius que, aprovechándose de su valimiento y privanza con el Sultán Amurates, lograba que a menudo cortasen cabezas humanas delante de él para enterarse a fondo de la contracción de los músculos, de los rápidos estertores de la agonía y en cierto modo de cómo se desprende el principio vital del cuerpo que está animando.

El rio, como para revelar mejor el carácter salvaje de la región que le rodea, se hace mas perezoso en su marcha, y léjos de profundizar su cauce, se bifurca en multitud de brazos, se ensancha á veces como un pequeño mar interior, escondiendo sus aguas entre el follaje de las selvas seculares; levanta en su camino un enjambre de islotes pintorescos; y haciéndose mas ingrato por la abundancia de sus insectos venenosos, la ferocidad de sus terribles caimanes, la ardentía de sus playas calcinadas por un sol devorador, y la absoluta soledad de sus vueltas y revueltas, sus ciénegas y barrancos de salvaje tristeza, revela que allí no ha fundado el hombre su poder, que la humanidad no ha tenido todavía valor para entrar en lucha con esa emperatriz de los desiertos que se llama Naturaleza!

Y en este ejemplo, ¿qué más da el tronco que la rama? Todo es árbol. No solían profundizar mucho más que esto las breves conversaciones entre la marquesa y Guzmán, en las pocas visitas que éste la hacía.

Sin duda, la naturaleza poco sensible del joven no lo incitaba a profundizar la pena que ella sentía, ante las fatalidades que amenazaban a los seres más caros a su corazón. Pero ella misma ¿no tenía algo que reprocharse? ¿Se había confiado a él como a un amigo y protector, en quien se busca amparo y consuelo en el dolor?

Adora á Dios sin que en sus ideas religiosas entre para nada tratar de profundizar ninguno de sus misterios, llevándole su misma ignorancia al fatalismo que predomina en la generalidad de los indios. Á la muerte la llaman la raya-negra, y poco ó nada hacen para contrarestar ese negro surco de sus creencias, tan luego anuncia una de sus muchas abusiones que la muerte ha de entrar en una casa.

Su clima y su espíritu, su lengua y sus costumbres los señalan como los mas á propósito para investigar, profundizar, descubrir: la filosofía trabaja la Alemania, muchas y variadas escuelas la dividen, grandes y provechosas polémicas la ilustran, discusiones admirables la iluminan. Ellos recojen atentamente el espíritu humano, le analizan y le traducen en libros. ¡Honor á la Alemania pensadora!

Pero tu, que no puedes concebir sino a ti mismo, tu que tiemblas cuando quieres profundizar tu destino, y que mi soplo hace estremecer, dejame, no me llames mas." Cuando el genio desaparece una desesperacion profunda se apodera de Faust, y quiere envenenarse. "iEs pues hacia ti, licor ponzonoso, que mis miradas se fijan! Tu que das la muerte, te saludo como a una palida luz en un bosque sombrio.

En este punto, como en todos los relativos al órden intelectual puro, se encuentran en los teólogos doctrinas sumamente importantes, dignas de ser consultadas por los que quieren profundizar las cuestiones filosóficas; en ellos hubiera podido encontrar el autor de la Crítica de la razon pura, observaciones que le habrian aclarado dificultades cuya solucion le embarazaba: en la cuestion presente, habria podido ver cuán inexacto es el que el espacio sea una condicion de la existencia de todas las cosas, al encontrar la bellísima y profunda teoría con que muchos escolásticos explican la presencia de Dios en el mundo corpóreo, la de los ángeles en diferentes lugares, la de sus movimientos de un punto á otro sin pasar por el medio, y la manera con que el alma se halla toda en todo el cuerpo, y toda en cualquiera de las partes del mismo.

Muchas son ingeniosas y oportunas, como era de esperar de este erudito é instruído hombre de Estado, que, como pocos, conoce la literatura de su patria; pero se comprende fácilmente que nunca pudo ser su objeto profundizar esta materia. Casi todo cuanto dice Viardot en sus Etudes sur l'Espagne acerca del teatro español, es traducción de esta obra de Martínez de la Rosa.

La clasifico inmediatamente y la clavo con un alfiler en mi colección: «Resignada en toda la línea. Inútil profundizar. Alma grisácea, dulce, borrosa, cuadro despintado...» Iba, sin embargo, a escuchar la conversación comenzada para comprobar mi impresión con todo conocimiento de causa, cuando Celestina introdujo nuevas visitantes: La señorita Bonnetable. La señora y la señorita Dumais.