United States or Samoa ? Vote for the TOP Country of the Week !


Reginaldo, que asumió la parte de interlocutor, pidiole disculpa y le manifestó que habíamos ido pasando; pero que, habiendo notado por su exterior que era evidentemente una antigua casa de portazgo, no habíamos podido resistir al deseo de llamar y pedir que se nos permitiera verla por dentro. Sean ustedes bien venidos, caballeros contestó la mujer, en su grosero dialecto de Yorkshire.

Mucho más numerosa y formidable que por el Sur es por el Norte la cuadrilla de miseria, que acecha el paso de la caridad, al modo de guardia de alcabaleros que cobra humanamente el portazgo en la frontera de lo divino, o la contribución impuesta a las conciencias impuras que van a donde lavan.

Pero no creas que me opongo á que te cases con él. Sigue tu camino. Lo único que quiero es que ántes me pagues el portazgo... Volvió á soltar Plutón otra satánica carcajada, enteramente seguro de que Demetria sucumbiría á su deseo.

El miguelete que cobra el portazgo en lo alto de la cuesta de los Meagas aseguró formalmente a José Ignacio Bernaechea que jamás había cruzado de San Sebastián a Zumárraga un coche más elegante, ni unos caballos más hermosos, ni unas gentes más locas.

Representaba un paisaje de encrucijadas en una región campestre llana y más bien desolada, con una casita solitaria, que probablemente había sido en un tiempo una casa de portazgo, de altas chimeneas, situada sobre la orilla del camino real, teniendo al costado un pequeño jardincillo rodeado de reja.

Yo soy Jacinto, yo soy respondió la voz de Toribión de Lorío con la misma altivez. ¿Y qué me quieres, ? Quiero que grites «¡viva Lorío!» ó que pagues el portazgo. Ni yo grito viva Lorío ni eres capaz de hacerme pagar el portazgo replicó el mozo dando un paso atrás y blandiendo su garrote. Ahora lo veremos rugió Toribión lanzándose sobre él. Chasquearon los garrotes.

Venid acá, ladrones en cuadrilla, que no cuadrilleros, salteadores de caminos con licencia de la Santa Hermandad; decidme: ¿quién fue el ignorante que firmó mandamiento de prisión contra un tal caballero como yo soy? ¿Quién el que ignoró que son esentos de todo judicial fuero los caballeros andantes, y que su ley es su espada; sus fueros, sus bríos; sus premáticas, su voluntad? ¿Quién fue el mentecato, vuelvo a decir, que no sabe que no hay secutoria de hidalgo con tantas preeminencias, ni esenciones, como la que adquiere un caballero andante el día que se arma caballero y se entrega al duro ejercicio de la caballería? ¿Qué caballero andante pagó pecho, alcabala, chapín de la reina, moneda forera, portazgo ni barca? ¿Qué sastre le llevó hechura de vestido que le hiciese? ¿Qué castellano le acogió en su castillo que le hiciese pagar el escote? ¿Qué rey no le asentó a su mesa? ¿Qué doncella no se le aficionó y se le entregó rendida, a todo su talante y voluntad?

¿Hace mucho tiempo que vive usted aquí? preguntó Reginaldo, después que examinamos lo que nos rodeaba y vimos la ventanita triangular en el rincón de la chimenea, desde donde el guardián del portazgo podía antiguamente dominar con la vista muchas millas a lo largo del camino carretero que se extendía a través de los brezales. El próximo día de San Miguel hará veintitrés años que estoy aquí.

Era un edificio antiguo y extraño, parecido a esas viejas casas de portazgo que se ven en los grabados de la antigüedad, sólo que le faltaba la vieja barra de hierro. Sin embargo, se conservaban todavía los postes del portón, y como durante la noche había caído una sábana de nieve, el aspecto que presentaba el paraje, era verdaderamente invernal y pintoresco.