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En las largas temporadas que D. Fadrique pasó en la India se aficionó mucho á la dulzura de los indígenas de aquel país y tomó en mayor aborrecimiento el fervor religioso y guerrero de otras naciones.

Esta dibujado, como todo lo suyo, con aquel maravilloso sentimiento de la línea que tuvo desde sus comienzos, pero en lo que toca al modo de hacer, ya empieza a vislumbrarse en este lienzo mayor soltura, menos esfuerzo para conseguir el modelado, y en lo referente al color, la tendencia a buscar la dulce y elegante armonía entre tonos grises y negros a que se aficionó tanto y manejó como nadie.

Yo le enseñé la química... pronto se aficionó a los pedruscos, y antes de entrar en la escuela, ya salía al campo de San Isidro a recoger guijarros.... Yo seguía adelante en mi navegación por entre olas y huracanes.... Cada día era más médico.

En los primeros días de su estancia en la torre, como las necesidades de la instalación le obligaban a ir a la ciudad, conservó su traje; pero poco a poco prescindió de la corbata, del cuello de camisa, de las botas. La caza le hizo preferir la blusa y el pantalón de pana de los payeses. La pesca le aficionó a marchar con los pies desnudos dentro de unas alpargatas por playas y peñascos.

Llámanle generalmente el padre de la poesía alemana, porque contribuyó poderosamente á fijar su versificación y su prosodia. Opitz era un poeta erudito. En sus viajes por Francia, Italia y Holanda, se aficionó á la literatura de estos paises, que importó después en su patria. Escribió odas, cantos religiosos, elegías y dramas.

Aprendió los primeros rudimentos de la Gramática en nuestro Colegio de San Ambrosio en Valladolid, donde con el trato de los nuestros se aficionó á la Compañía y pidió con instancias ser admitido en ella; y hechos los exámenes y pruebas acostumbradas, pasó al noviciado de Villagarcía, grande y religioso Seminario de Varones Apostólicos en ambos mundos.

Venid acá, ladrones en cuadrilla, que no cuadrilleros, salteadores de caminos con licencia de la Santa Hermandad; decidme: ¿quién fue el ignorante que firmó mandamiento de prisión contra un tal caballero como yo soy? ¿Quién el que ignoró que son esentos de todo judicial fuero los caballeros andantes, y que su ley es su espada; sus fueros, sus bríos; sus premáticas, su voluntad? ¿Quién fue el mentecato, vuelvo a decir, que no sabe que no hay secutoria de hidalgo con tantas preeminencias, ni esenciones, como la que adquiere un caballero andante el día que se arma caballero y se entrega al duro ejercicio de la caballería? ¿Qué caballero andante pagó pecho, alcabala, chapín de la reina, moneda forera, portazgo ni barca? ¿Qué sastre le llevó hechura de vestido que le hiciese? ¿Qué castellano le acogió en su castillo que le hiciese pagar el escote? ¿Qué rey no le asentó a su mesa? ¿Qué doncella no se le aficionó y se le entregó rendida, a todo su talante y voluntad?

Las mujeres no podemos amar sino a los hombres fuertes, audaces. ¿Crees que nos da gusto ser raptadas, robadas, reclamadas, perdidas, encontradas y vivir siempre así? UNA VOZ. ¡Proserpinita querida! PROSERPINA. ¿Cómo te va, amigo mío? Apenas me habitúo a un hombre, llega otro y me roba; apenas me aficiono al nuevo marido, se presenta el primero y se empeña en que me vaya con él. ¡No, Marcio!

Disgustose de la práctica de la escultura. Después de ver las obras maestras, la estatuaria de sus compañeros le parecía tan afectada, tan pobre, tan ridícula, que por no parecerse a uno de ellos, halló mejor abandonar enteramente los palillos y el cincel. Comenzó a pasar horas y horas en el café y se aficionó con frenesí a la música.

El buen capitán se aficionó tanto al joven marinero, que le dio algunas lecciones de teoría, y un día le nombró segundo de a bordo.