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Y no lo agradecen, no señora, no agradecen el interés que me tomo por ellos. Cuando me ven entrar, ¡si viera usted qué cara me ponen! No reparan que están trabajando con mi dinero. Y finalmente, ¿qué eran ellos? Unos pobres pelagatos.

El era muy religioso: «Religión y buenas costumbresPero había dado miles de pesos para la construcción de la vecina iglesia, y un hombre de su fortuna no iba á estar sometido á las mismas obligaciones de los pelagatos.

Sonrió el patriarca a Fernando, sin interrumpir por esto su conversación con Pérez. Hablaban de política, conviniendo los dos en un gran amor por los gobiernos fuertes y en la necesidad de fusilar a todos los enemigos de la autoridad. El señor Kasper odiaba las repúblicas, gobiernos de pelagatos con levita, de parlanchines hambrientos.

No, yo no te hago ese disfavor... para que veas. Tengo la seguridad de que arrastrada y todo como eres, loca y sin pizca de juicio, tus faltas nacen del amor y no del interés; y los mismos disparates que haces por un hombre poderoso, que te da grandes cantidades, lo harías si fuera un pobre pelagatos y tuvieras que comprarle a él una cajetilla».

El respeto que se concedía a los hombres políticos y que él mismo se veía obligado a tributar por razón de su cargo le encendía de ira. ¡Un hijo de la nada, un pelagatos pasar por delante de él con la cabeza erguida, dirigiéndole una mirada indiferente o desdeñosa! ¡A él, descendiente directo de los condes soberanos de Castilla!

Ellos al menos dan algo: reparten limosnas, tienen asilos, se ocupan del pobre y predican a los ricos para que socorran con dinero. Y los otros, que hablan en las reuniones sobre esos papas del socialismo y la anarquía, no dan ni un botón. ¡Qué han de dar, si son unos pelagatos!...

No digo esto por Frasquito Ponte, el cual era algo más que un pelagatos fino en los tiempos de su apogeo social. Su decadencia no empezó a manifestarse de un modo notorio hasta el 59; se defendió heroicamente hasta el 68, y al llegar este año, marcado en la tabla de su destino con trazo muy negro, desplomose el desdichado galán en los abismos de la miseria, para no levantarse más.

Algunas veces contestaba ella que con esa facilidad mecánica y rutinaria de los niños aplicados que se saben la lección; otras veces, más sincera y reflexiva, respondía que el cariño no depende de la voluntad ni menos de la razón, y por esto acontece que una mujer, que no tiene pelo de tonta, se enamorisca de cualquier pelagatos, y da calabazas a las personas decentes.

¿Qué voy a hacer en el Ministerio? protestó Jacinto, contrariadísimo. ¡Rascarte! y sobro todo, no me pongas los pies en la Bolsa, porque te mando a un pontón. Vos también, papá... se atrevió a insinuar el muchacho. Yo puedo hacerlo contestó el padre; pero ustedes, mequetrefes pelagatos... ¡qué audacia! he aquí la época...

Y usted, pisoteando el honor y la ley de Dios, se ha prendado de cualquier pelagatos... ya se ve: su pasado licencioso le envenena el alma, y la purificación fue una pamema. ¡No haber visto esto, Señor, no haberlo visto!