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Las madres, que tantos y tan diversos rostros de pecadoras habían visto entrar allí, no parecían dar importancia a la belleza de la nueva recogida. Eran como los médicos que no se espantan ya de ningún horror patológico que vean entrar en las clínicas. Hubo de pasar un buen rato antes de que la joven se serenase y pudiera cambiar algunas palabras con sus compañeras de lazareto.

Y dijo, de pronto, Fernando: Pero no eres de mi cuerda; no te divierten mis aventuras ni te enardecen mis proyectos.... Para ti la mujer es una cliente, un caso patológico.... Ya que eres un San Antonio sin tentaciones.... Apuesto a que no has reparado en Rosa la del Molino, ni en la propia Carmencita; y, mira, esa era para ti que ni pintada...; ¿por qué no la pretendes?

El licenciado don Máximo permanecía totalmente confundido delante de aquel caso patológico, anunciando en cada visita el próximo fin de la paciente si el antiespasmódico que recetaba no la tornaba al instante sana y salva. Como doña Gertrudis no acababa de fallecer ni su extraordinaria enfermedad desaparecía, don Máximo llegó a perder enteramente la fe en ella.

Superada esta primera e insulsa impresión de santito alfeñicado, de la fisonomía del sacerdote emanaba un no qué de personal y sugestivo. El rojo de sus mejillas era patológico; debía de padecer del corazón. Como era guapito y harto joven para la dignidad eclesiástica que ostentaba, quizás algún malicioso presumiese que la había alcanzado mediante el favor de las omnipotentes faldas.

La supresion del sudor por enfriamiento es su carácter distintivo; en la manzanilla es producida por escitacion nerviosa y por emocion moral; en la pulsatila, por la aparicion de otro flujo, por metástasis; en la quina, por congestion cerebral ó por debilidad profunda, etc..... La dulcamara corrige el desórden patológico, reproduciendo el sudor, restableciendo las funciones de la piel.

Pero en una naturaleza como la suya, estas impresiones, estos desconciertos, no acusaban un estado patológico de los que minan y destruyen, sino un aspecto del espíritu, de los que nutren y vivifican.

De todos modos, Fantomas era un tipo interesante. Tenía ojos de gato y dientes agudos de animal de presa. Era en aquellos días en que las autoridades le vigilaban celosamente los periodistas hemos fabricado el tópico de que los policías son muy celosos . ¡Le habían hallado una calavera y un pijama negro! Esto indicaba que se trataba de un apache peligroso, de un terrible souris de hotel. Fantomas se pavoneaba en la apoteosis de su gloria y fumaba cigarrillos turcos como una cocota. Realmente tenía un alma enferma de cocota en un cuerpo delirante de histerismo. Era un hombre marioneta, producto patológico de la vida artificial que empieza en una cena montmartresa del Palace y termina con una borrachera de éter en un burdel elegante. Valses vieneses, rameras viejas, pintadas y bien vestidas; artificio, morfina, pases de bacarrat... Todo esto formaba la careta de Fantomas la veladura de su fisonomía espiritual. En el fondo, yo creo que se trataba de un buen chico que tenía unos furiosos deseos de epatar y cogió un mal camino: el del hotel de la Moncloa. Pero él hubiera llegado a la escalerilla del patíbulo con tal de que la gente le creyese un hombre terrible. Era un enamorado de lo extraordinario, de lo singular, un sugestionado por los libros de andanzas policíacas. Aquí no se conoce bien su tipo modelo.

Los caractéres del arsénico se confunden á veces, en cuanto á la forma de las fiebres graves en los detalles de sus síntomas, con los del zumaque, y aun de la brionia y otros medicamentos. ¿No sucede lo mismo en el cuadro patológico de las fiebres tifoídeas? Con el auxilio de los síntomas que han precedido al estado sobreagudo grave, es siempre fácil el diferenciarles. Pongamos algunos ejemplos.