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Primero me contestasteis indecisa, y luego furiosa, rechazando una proposición que calificabais de absurda, de irreverente, y llamándome jacobino, francmasón, calavera, perdido, tramposo, con otras injurias que quisiera oír en tan linda boca. Yo acepto el bofetón de vuestro orgullo.

Protestó don Marcos contra este deseo irreverente de acortar las ceremonias. Era preciso: estaban allí para un asunto muy grave. Una pieza de cinco francos brillaba un su mano. ¡Lo que le había costado adquirirla! De todas sus gestiones en la mañana, ésta había sido la más larga y penosa. La moneda estaba oculta, á causa de la guerra.

Después se acercó Chisco al enverjado, y por entre dos de sus barrotes metió el farol, que ya no necesitábamos, y le dejó en el suelo muy arrimado a la paredilla, para recogerle a la vuelta; mas no sin santiguarse antes de meter la mano y después de sacarla, ni sin contemplar la imagen con una veneración que tenía algo de recelosa, como si la pidiera, a la vez que seguridad para la prenda que dejaba allí depositada, perdón por lo que pudiera haber de irreverente en su atrevimiento.

«¡Y qué cortinas! decía Bou tocándolas de un modo irreverente con el roten . Esta gente no gusta de tener frío. ¡Toma!, el frío se ha hecho para el pobre obrero que anda sin trabajo por las calles. Eso es, hay dos Dioses, el Dios de los ricos que da cortinas, y el Dios de los pobres que da nieve, hielo.

Y les faltaba poco, en su respeto, para arrodillarse ante el matador. Otros curiosos, de barba descuidada, vestidos con ropas viejas que habían sido elegantes en su origen, movían los rotos zapatos en torno del ídolo e inclinaban hacia él sus sombreros grasientos, hablándole en voz baja, llamándole «don Juan», para diferenciarse de la entusiasta e irreverente golfería.

Sonaba y resonaba en la bóveda la tos de un viejo que rezaba en una capilla escondida; los pasos de un monaguillo irreverente retumbaban sobre la tarima de un altar, y como un refuerzo del silencio llegaba a los oídos un rumor tenue de los ruidos de Vetusta.

El coronel, obedeciendo sus insinuaciones, había hecho inútilmente varias visitas á la duquesa. ¡Qué dolor tan inexplicable! decía don Marcos . No se comprende tanta desesperación por un joven aviador que no era mas que su protegido. A no ser que... Pero su respeto no le permitía insistir en esta sospecha irreverente. Con Atilio tampoco podía hablar.

Con un movimiento convulsivo desgarró la banda eclesiástica que llevaba en el pecho. ¡Todo quedó revelado! Pero sería irreverente describir aquella revelación.

Pues bien; todo esto es el fundamento de un coqueteo. Importa no espantar esas simpatías nacientes poniendo cara de baqueta; importa refrenar las esperanzas infundadas y atrevidas; es menester domar con el debido respeto todo irreverente propósito; y se debe, por último, atraer al Condesito, a ver si te ama y le amas. Pero si yo no le amo. Ya que no le amas. ¿No lo he dicho?

Y basta para muestra de irreverente murmuración. A estas maldicientes les viene a pelo la copla popular: El zapato traigo roto, ¿con qué lo remedaré? Con picos de malas lenguas que propalan lo que no es. El verdadero dolor huye del bullicio.