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Desde la indiferencia, o mejor dicho, desde el afecto general a todo prójimo hasta ese exclusivo sentimiento que se llama amor, hay una escala gradual, que se va subiendo punto por punto, y que constituye el período del coqueteo.

Pues bien; todo esto es el fundamento de un coqueteo. Importa no espantar esas simpatías nacientes poniendo cara de baqueta; importa refrenar las esperanzas infundadas y atrevidas; es menester domar con el debido respeto todo irreverente propósito; y se debe, por último, atraer al Condesito, a ver si te ama y le amas. Pero si yo no le amo. Ya que no le amas. ¿No lo he dicho?

Y si no ponte con una cara que despida huéspedes, no hagas caso de nadie, no mires a nadie sino como a prójimo mientras no sientas amor, y el amor ni acudirá jamás a tu alma ni le infundirás jamás en otra alma humana. El coqueteo es, pues, un rito, un culto, una plegaria, una evocación del amor para que venga. Digo todo esto a fin de que te dejes de gazmoñerías y vayas siendo algo coqueta.

Don Casimiro había estado, antes del noviazgo con Clara, en un largo período de coqueteo con Nicolasa, la cual, con exquisita circunspección, había sabido ir templando y moderando la máquina de los efectos, á fin de no precipitar al hidalgo en declaraciones y demostraciones tales, que no tuviesen ya más salida que la de ponerle en la disyuntiva de prometer boda ó de abandonar la empresa.

Sin tal coqueteo, sin irse encaramando por los grados o escalones de la precitada escala, nadie llega jamás hasta el templo del verdadero amor, ni alcanza su gloria y sus favores regalados. ¿Cómo es eso? ¿Conque yo no podré amar ni ser amada nunca sin coquetear antes? No te niego la posibilidad; pero sería difícil, extraordinario.

Soy muy infeliz, Watson siguió diciendo . Deseaba una ocasión oportuna para manifestárselo, y aprovecho este raro momento en que podemos hablar á solas y tal vez no volverá á repetirse nunca... Me ve usted rodeada de hombres que me hacen la corte y yo parece que coqueteo con ellos. ¡Error!... Es únicamente por aturdirme, por olvidar el vacío de mi vida.

Todo coqueteo ulterior fué trabajo perdido. El Condesito ni siquiera dió a Elisa una satisfacción de amor propio, dejando ver su enojo o exhalando una queja. El último coqueteo, la última flirtation a que el Conde se había mostrado sensible, había sido en París, durante la primavera. En París sobrevino también la firme decisión del Conde de no mostrarse sensible nuevamente.

Lo racional no es esto; lo racional es que las personas se traten, se hablen, se conozcan, se estimen, vayan aficionándose una a otra, hasta que al cabo se amen. Todo este período es lo que yo he llamado el coqueteo. Mira si el coqueteo es necesario y útil. Sin él no hay amor.

Todo ha sido sencillo, natural, impremeditado. Acuérdate bien de todo. Vimos al Conde en los Jardines del Buen Retiro, y me excitaste a coquetear con él. ¿Es esto cierto? Lo es. ¿Es cierto que hasta me diste lecciones de coqueteo, con el fin... pásame lo grosero de la expresión... más grosera es la idea... con el fin de ver si lograba pescarle para marido? También es cierto; no lo puedo negar.

Ni él te ama tampoco. Pero ¿te amará nadie nunca ni amarás a nadie si sigues así? ¿Cómo ha de acudir a ti el amor si le oseas cual si fuese pájaro de mal agüero? Inesita casi se sintió vencida. Su hermana siguió haciendo tan sabias y profundas reflexiones, que la chica vino a alucinarse y a imaginar que el coqueteo, dentro de ciertos límites, era un deber, al que estaba faltando.