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Si alguien la hablaba del aviador prisionero, tendría que hacer un esfuerzo para recordar que existía, ¡y horas antes lloraba sinceramente pensando en su cautiverio!... Era demasiado para el príncipe. Su severidad no podía aceptar esta indiferencia.

Antes de partir el tren, el empleado del vagón sabía ya el motivo que ha arrancado á la duquesa de su castillo cerca de Londres, haciéndola atravesar París de estación á estación. Va á Brindis me ha dicho para recibir el cadáver de su nieto, un aviador que acaba de morir en los Dardanelos. Algo entrada la mañana salgo al pasillo. Los vidrios de las ventanas están opacos á causa del frio exterior.

Después de la muerte de su aviador, parece sentir un gran afecto por ese teniente de la Legión extranjera, ese español tan enfermo, que tal vez morirá el día menos pensado, lo mismo que el otro.

Y vió á un buen mozo con uniforme de aviador, que entraba violentamente, como una tromba. No tuvo que avanzar mucho, pues la bailarina corrió á refugiarse en sus brazos. Julieta hablaba de él, momentos antes, con tristeza. Hacía seis meses que no le veía. Era imposible obtener una licencia en estos momentos. El aviador dió explicaciones, con voz entrecortada.

Tres veces fuí á Suiza, Miguel... Hasta propuse en París que me diesen los medios de pasar á Alemania, ofreciéndome como espía, pero se rieron de ... Tenían razón: ¡qué iba á espiar yo! Mi hijo... lo que yo quería era ver á mi hijo. En Suiza encontré dos inválidos que acababan de ser canjeados y procedían del campo en que estaba mi Jorge. Conocían al aviador Bachellery.

De esta manera satisfacía mi deseo de actividad y la vanagloria del señor Sautriot. Mi amigo se hubiera desconsolado si yo lo hubiese engañado con un aviador, o con cualquier otro objeto de primera necesidad. Pero sentíase ufano de que lo engañase con el público. TALMA. ¡Exactísimo...! Ha definido usted la seducción que las mujeres de teatro ejercen sobre sus amantes ricos.

Luce sobre el pecho una colección de gloriosas insignias: la placa de piloto aviador, a la derecha; la cinta de la cruz de guerra, la de la medalla militar, la de los heridos, la condecoración norteamericana, etc.; lleva, por último, la forrajera roja.

Sólo así lograba que saliese de sus preocupaciones de jugadora que la tenían en perpetua distracción, hablando y sonriendo automáticamente, con una mirada de sonámbula. Lubimoff le mostró una tarde varios telegramas y cartas de Madrid, de París, de Berna. Reyes y ministros se ocupaban en averiguar la suerte del aviador desaparecido.

De tarde en tarde recibía también la visita de camaradas del aviador, acogiendo sus noticias con lágrimas y sonrisas. Su hijo alcanzaba la Cruz de Guerra después de un combate aéreo. La madre había recortado el pequeño párrafo que hacía referencia á este hecho, clavándolo con dos alfileres en la seda que tapizaba su dormitorio. Nada le importaba que los demás lo ignorasen.

El coronel, obedeciendo sus insinuaciones, había hecho inútilmente varias visitas á la duquesa. ¡Qué dolor tan inexplicable! decía don Marcos . No se comprende tanta desesperación por un joven aviador que no era mas que su protegido. A no ser que... Pero su respeto no le permitía insistir en esta sospecha irreverente. Con Atilio tampoco podía hablar.