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Las deleitosas formas de la poesía gentílica van cautivando los corazones, y todos en las córtes de los príncipes pugnan por desterrar el rústico y severo atavío de la inesperta musa cristiana.

D. Juan tuvo que contentarse con ser el único administrador de aquella prodigalidad gentílica, pero no llegó su influencia a evitar el despilfarro, ni siquiera a conseguir que redundara sólo en provecho propio la generosidad excesiva de su antigua pupila.

MIDLETON hizo un viage á Roma para impugnar mas á su gusto las ceremonias de la Iglesia Católica. Iba bien preocupado de las turbulentas prevenciones de su País en materias de Religion. La Filosofía gentílica era su guia, y en lugar de librarse de las preocupaciones, se arraigó mas en ellas, y disparó un escrito contra las ceremonias lleno de agitacion y de amargura.

Cuando en el día va á Villabermeja un cura forastero, tiene que aprender el tonillo. En este tonillo fué el padre Jacinto un dechado de perfección, que nadie ha superado hasta ahora. Al oirle, aunque sea reminiscencia gentílica, dicen que se comprendía cómo Cayo Graco se hacía acompañar por un flautista cuando pronunciaba en el Foro sus más apasionadas arengas.

El ascetismo, la vida penitente, la virginidad como la más perfecta condición, no son tampoco exclusivos ideales cristianos. En todas las demás religiones se da algo semejante. En la gentílica, por ejemplo, hubo coribantes y vestales. Lo que exigen la religión cristiana, y toda religión moral, y hasta sin religión y sin moral, la estética y el decoro, es el recato.

Había en aquella superstición cierta grandeza trágica entre cristiana y gentílica.

Y aparecen figuras extraordinarias, enigmáticas, en quienes palpitan encarnaciones distintas y olvidadas de la eterna Eva. Allí se acercan la Venus Fecunda, ensangrentada por un cilicio, envuelta en un sudario, y María de Nazareth, coronada de pámpanos y esgrimiendo el tirso de las bacantes. La diosa gentílica canta el Dies irae. La virgen cristiana recita los versos impíos de Lucrecio...

No cae usted en que ciertos actos tienen mucho de grotescos, si no van acompañados de misterioso recato. Y esto, no porque seamos cristianos, sino en la risueña religión gentílica, en que, según usted asegura, Citerea prevalece. Así es de advertir que los poetas más libertinos de la docta gentilidad nos dejaban á la puerta de la cámara nupcial, si trataban el asunto por lo serio.

Y aunque fuera así, aun suponiendo todos estos horrores, no me explico la ponderación de San Juan Crisóstomo sino porque vivía en la capital corrompida, y semi gentílica aún, del Bajo Imperio; en aquella corte, cuyos vicios tan crudamente censuró, y donde la propia emperatriz Eudoxia daba ejemplo de corrupción y de escándalo.

Y mientras arrojaba con desprecio las espigas en un arriate del jardín, Gabriel pensaba con admiración en la fuerza atávica que hacía resucitar en pleno templo católico la ofrenda gentílica, el homenaje a la Divinidad de los primeros frutos de la tierra fecundada por el verano. El coro había terminado y comenzaba la misa cuando Gabriel entró en la catedral.