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Para mayor claridad de lo que me resta por referir de las apostólicas Misiones de este fervorosísimo operario, es preciso interrumpir el hilo de la historia para dar una breve noticia del país y cualidades de los Manacicas, y después de su religión, ritos y ceremonias.

Habiendo fallecido este año un fervorosísimo Misionero en estas Reducciones, es razón que le demos aquí lugar á sus méritos, refiriendo brevemente sus virtudes y sus apostólicas fatigas en servicio de Dios y bien de las almas. Este fué el P. Joseph Tolú, que á los setenta y cinco años de su edad pasó de estos trabajos al eterno descanso en el pueblo de San Rafael, á 10 de Mayo de 1717.

Inquisidor con su gran christiandad, zelo católico, doctrina y con deseo fervorosísimo como de tan gran Ministro de la saluación de las almas de los dichos reios los hizo una plática espiritual amonestándoles quanto les importaba caminar por el camino de la virtud, oluidando y apartándose del todo de los errores y delitos en que hauían caido.

Viendo, pues, aquellos bárbaros que las caricias de los nuestros no se quedaban en solas palabras, fueron luego corriendo á coger aquellas chucherías y con más ánimo y seguridad, se llegaron cuatro de ellos al pie de una balsa, donde dejaron algunas esteras labradas con lindo arte y tejidas delicadísimamente: prosiguióse muchos días este tratado, siendo el faraute Aniceto Guarie, fervorosísimo cristiano, vice-corregidor de la Reducción de San Cosme; el cual, deseoso de la reducción de aquellos infieles, procuraba, con modo muy afable y cortés, entrar con ellos para salir con la suya.

Luego confortó en el alma con un fervorosísimo razonamiento á sus neófitos, y les exhortó á ofrecer su vida á aquel Señor que por el bien de las nuestras dió la suya; porque el demonio, que llevaba muy mal tantas pérdidas, sin haberlas podido remediar, había hecho el último esfuerzo con los Cozocas para que le quitasen la vida; lo mismo deseaba el santo Misionero; y hablando con sus cristianos, sólo sentía que la rabia del enemigo infernal y de sus secuaces no tuviesen permisión para matarlo.

Llevaban esto de mala gana los Chiquitos; pero su Capitán, fervorosísimo en la fe, cuando antes de convertirse parecía una fiera, mandó que se las dejasen coger, queriendo con tal bondad y mansedumbre ganarles el afecto y la voluntad, y sus almas para Cristo.

Finalmente, á pesar del infierno, llegó á vista de los Zibicas; pero antes de entrar en la Ranchería, envió delante á Numani, cristiano fervorosísimo, para que reconociese si estaban dispuestos á recibir la fe; no tuvo éste mucho que hacer, porque la muerte desgraciada de los que el año antecedente habían osado poner en él las manos, les había persuadido que el siervo de Dios era amigo estrecho del demonio, y que por tanto se le debía hospedar, no por algún provecho de sus almas, sino para que no les causase algún daño corporal.

La noche, pues, del Jueves Santo, después de haber oído un fervorosísimo sermón de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, se visten un hábito acomodado á la tristeza de aquel santo tiempo; y para imitar al Redentor penando, llevan algunos á cuestas cruces muy pesadas; otros se ciñen de agudas espinas la cabeza; quién atadas atrás la manos, va arrastrado por tierra; quién derecho con los brazos extendidos en forma de cruz, los más se azotan ásperamente con terribles disciplinas; cierra la procesión una tropa de niños que de dos en dos llevan los instrumentos de la Pasión del Señor.

Viendo el fervorosísimo operario un nuevo campo en que sembrar la palabra Evangélica para recoger no menos almas para el cielo que merecimientos para mismo, deseaba poner cuanto antes manos á la obra; no obstante, considerando sabiamente que era necesario asistir también á tantos Catecúmenos como había en el pueblo de San Francisco Xavier, y que era mejor tener pocos y bien doctrinados que muchos é ignorantes, que aunque se ganan fácilmente, con la misma facilidad también se pierden, se resolvió á gastar la mayor parte de aquel año en este ejercicio, usando de todas las industrias de su caridad y de su celo en desarraigar de los Xavieristas la barbarie, la lascivia, la embriaguez y cuantos males trae consigo la vida brutal, é imprimir en ellos las virtudes y buenas costumbres que se requieren para vivir como cristianos.

Sólo iba al lado del siervo de Dios un joven fervorosísimo, deseoso de dar la vida en testimonio de la fe, que pocos meses antes había abrazado. Seguíanle otros cuatro, uno de los cuales llevaba en alto la imagen de la Madre de Dios. Procuró el apostólico Padre sosegar con su angelical rostro y afables y corteses palabras aquellas furias del infierno.