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Luego confortó en el alma con un fervorosísimo razonamiento á sus neófitos, y les exhortó á ofrecer su vida á aquel Señor que por el bien de las nuestras dió la suya; porque el demonio, que llevaba muy mal tantas pérdidas, sin haberlas podido remediar, había hecho el último esfuerzo con los Cozocas para que le quitasen la vida; lo mismo deseaba el santo Misionero; y hablando con sus cristianos, sólo sentía que la rabia del enemigo infernal y de sus secuaces no tuviesen permisión para matarlo.

Por último, como estaba molido de tanto andar, velar y rabiar, y sentía en lo exterior el calor del sol y en lo interior el calor del lomo y de la rosquilla, a pesar de su enorme pesadumbre, fue vencido por el sueño y se confortó durmiendo profundamente la siesta, durante la cual sus desventuras y sus penas se diría que se habían sumergido en aquel arroyo como si fuese el Leteo.

Por fin, Rosalía confortó su espíritu con un veremos, y el rostro de la Tellería iluminose con un chispazo de alegría. Por aquellos días volvió de Archena D. Manuel Pez, contento de lo bien que le habían sentado las aguas, con buen color, mejor apetito y ánimos para todo.

Pero Dios Nuestro Señor, con las dulzuras y remedios del cielo, de que en lances tales suele ser liberalísimo con sus siervos, le confortó de tal manera, que en brevísimo tiempo pudo levantarse y volver á las tareas primeras.

Mas de pronto, el instinto de la vida despertó, se reveló con ímpetu en su organismo y le sugirió pensamientos de salvación: «¡No, lo que es yo no me ahogo aquí como un ratón por esa!... Voy a dar una patada a la puerta y hacer saltar la cerraduraEsta idea le confortó un instante y dio tiempo a que penetrase en su mente otro proyecto menos violento, el de llamar la atención de la generala sin ser notado de la doncella: si este proyecto fracasaba, acudiría inmediatamente al recurso extremo.

Y abrí mi boca, y hablé, y dije a aquel que estaba delante de : Señor mío, con la visión se trastornaron mis dolores sobre , y no me quedó fuerza. 17 ¿Cómo, pues, podrá el siervo de mi Señor hablar con este mi Señor? Porque en este instante me faltó la fuerza, y no me quedó aliento. 18 Y aquella como semejanza de hombre me tocó otra vez, y me confortó;

Don Luis confortó su espíritu con la esperanza de que iba a tener mucha serenidad y de que Dios iba a poner en sus labios un raudal de elocuencia, por donde persuadiría a Pepita, que era tan buena, de que ella misma le impulsase a cumplir con su vocación, sacrificando el amor mundanal y haciéndose semejante a las santas mujeres que ha habido, las cuales, no ya han desistido de unirse con un novio o con un amante, sino hasta de unirse con el esposo, viviendo con él como con un hermano, según se refiere, por ejemplo, en la vida de San Eduardo, rey de Inglaterra.

Así las gentes le adoraban y le bendecían, y él paseaba por los campos su conciencia pura, con la santa simplicidad de un apóstol del Bien, convencido y ferviente. Desde que se reconoció hijo sin nombre de una infeliz aldeana, humilló su corazón en una mansedumbre dignificadora, que le confortó y sirvió de alivio a sus íntimas tristezas.