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Miraban al Padre asombrados, y le imaginaban ó un monstruo ó cosa de la otra vida, pues, tenía tanto poder para desterrar á los Tinimaacas y echarlos de sus tierras; mas á sus dulces y suaves palabras se recobraron: y aunque ignorantes, reflexionando en aquellos lamentos y desesperaciones de sus dioses, infirieron, por evidente conclusión, que eran muy flacos y de ningún poder, pues no podían resistir á aquel hombre, con lo cual se le aficionaron increíblemente, y desterrado de sus corazones todo temor, hospedaron con igual afecto en sus ranchos ó chozas al Padre y á sus compañeros.

A sus pies estaba la plazuela rectangular en que se habían ensayado sus pasos vacilantes y donde había conocido las grandes desesperaciones de los pequeñuelos como la de un globo retenido por una alta rama, un barco de papel naufragado en las profundidades de la transparente fuente pública, en la que él sumergía en vano su bracito demasiado corto; y los grandes triunfos de la misma época, como la captura de un insecto de alas doradas, de un nido cazado en lo alto de un tilo con gran detrimento de los calzones, o de un lagarto imprudente que había ido a calentarse al sol junto al brocal del pozo y que él llevaba a casa con expresión conquistadora.

Y Verdú es un bello ejemplar de esos hombres-fuerzas que cantan, ríen, se apasionan, luchan, caen en desesperaciones hondas, se exaltan en alegrías súbitas; de uno de esos hombres que accionan fáciles, que caminan rápidos, que hablan tumultuosos, que dicen jovialmente a los necesitados: «¡Ah! , , desde luego», que tienden los brazos para abrazar desde la segunda entrevista, que piensan sinceramente al recibir la ofensa: «Soy yo, soy yo el que tiene la culpa», que suben sesenta escalones, y otros sesenta, y otros cincuenta para hacer un favor al amigo del amigo de un amigo, que contestan las cartas a correo vuelto, que lanzan largos telegramas entusiastas por nimias felicitaciones, que son buenos, que son sencillos, que son grandes.

Maltrana examinaba mentalmente esta avalancha de miserias, odios y desesperaciones, que podía transformarse en un ejército. ¿Qué le faltaba a la horda?

Todo era ciego y duro en la inconsecuencia monstruosa de semejante familia, y para el alma delicada y dulce de Carmen iba siendo una tortura inmensa aquel vivir tormentoso, sembrado de imprecaciones y gritos, desesperaciones y codicias.

Que lugar tiene para fundar zelos, encarecer desesperaciones, consolarse con esperanças y pintar los demas afectos y accidentes, sin los cuales el amor no es de ninguna estima? Ni como se podra preciar un amante de firme y leal, si no passan algunos dias, meses y aun años, en que le haga prueva de su constancia?

Habían de vivir siempre en guardia contra las asechanzas del blanco, el más maligno de los bípedos, terrible residuo de todas las aventuras y desesperaciones de Europa. El combate con el microbio era también un gran peligro en esta guerra por la civilización de la tierra virgen.

Las desesperaciones de amor, los cantos fúnebres, se alternan allí con las consideraciones poéticas sobre la vanidad de la existencia, y lo corona todo el estallido de desesperación de Kotzebue, desbordamiento de sentimentalismo que ha sido durante medio siglo la más popular de las poesías alemanas. Ese cuaderno responde perfectamente al gusto poético de Gertrudis.

Luego, en el penoso silencio, las dos desesperaciones formularon la misma pregunta, como si interrogasen á las sombras del futuro. «¿Qué será de ?», murmuró el hombre. Y como un eco, los labios de ella repitieron: «¿Qué será de Todo estaba dicho.

Una calma aparente reinaba en la casona, porque Narcisa, sabiendo que le era imposible contrarrestar la influencia que Fernando ejercía en su madre, se contentaba con zaherirlos a los dos a cierta distancia del marino, apagando la voz y mordiendo las desesperaciones de su envidia. El fracaso de sus tentativas conquistadoras cerca de Salvador la tenía frenética.