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Su espíritu limitado quería poner un término al infinito; en su sencillez, se imaginaban tras las distancias incalculables una bóveda de materia firmísima, con millones de leguas de espesor. Pero la obra fantástica algún término había de tener. ¿Qué había detrás de ella?

Luego que se divulgó la noticia de esta tan provechosa tarea, alborotáronse los fanáticos, é irritáronse muchos doctores preciados de su sabiduría: los cuales imaginaban que la Vulgata no admitia correccion i que por una especie de milagro se habia conservado i conservaba en su integridad primitiva, i así se llenaron de escándalo i horror al escuchar que habia persona que daba por asentado hallarse en el testo latino corriente algunos lugares que pedian enmienda.

Los guerreros femeninos empujaban con entusiasmo estas armas colosales, colgándose de los rayos de sus ruedas para hacerlas avanzar. Momaren, con la cabeza cubierta de vendajes y el aspecto dolorido, marchaba al frente de varios profesores que se imaginaban conocer por sus lecturas el manejo de tales monstruos de acero.

Miraban al Padre asombrados, y le imaginaban ó un monstruo ó cosa de la otra vida, pues, tenía tanto poder para desterrar á los Tinimaacas y echarlos de sus tierras; mas á sus dulces y suaves palabras se recobraron: y aunque ignorantes, reflexionando en aquellos lamentos y desesperaciones de sus dioses, infirieron, por evidente conclusión, que eran muy flacos y de ningún poder, pues no podían resistir á aquel hombre, con lo cual se le aficionaron increíblemente, y desterrado de sus corazones todo temor, hospedaron con igual afecto en sus ranchos ó chozas al Padre y á sus compañeros.

Era un chico que tenía muy buenas relaciones; es verdad que su fortuna era poca, pues gran parte de la herencia de sus padres estaba ya enterrada en los garitos o entre las uñas de los usureros, pero esto no impedía que fuese un partido aceptable para las jóvenes de la clase media, que, colgadas de su brazo, podían entrar en un reducido círculo que ellas se imaginaban como el paraíso de la aristocracia.

Llevaban caminando cerca de una hora y se imaginaban que sólo habían transcurrido unos minutos. Al llegar á los jardines de la Villa Nazionale, cerca del Acuario, se detuvieron un instante. Había más luz y menos gente que en el camino de Possilipo. Huyeron de los faros eléctricos de la vía Caracciolo, que reflejaban en el mar sus lunas de nácar.

El pueblo culpable conocía el poder que de tal modo lo conmovía. Las gentes pensaban que el joven ministro era un milagro de santidad: se imaginaban que por su boca hablaba el cielo, ya para consolarlas, ya para reprobarlas ó bien para decirles palabras de amor ó de sabiduría. Á sus ojos, el terreno que pisaba estaba santificado.

Los que, faltos de familia, podían gastar todo el dinero ganado en su propia persona, imaginaban banquetes babilónicos, pidiendo latas de sardinas de España para remojarlas con varias botellas de Pomery Greno. Muchas veces escaseaba el pan en la Presa; pero el parroquiano, obligado á comer galleta dura, conocía el gusto del foie gras y cuánto cuesta una botella de Möet-Chandon.

El poeta ha reconstruido aquel gigantesco edificio, no tal como fué, sino tal como lo imaginaban los pueblos. La más alta montaña, era un sillar para aquella granítica muralla.

Buscó á éste inútilmente durante varios días. Visitó á los consignatarios de Nápoles, que se imaginaban al capitán de regreso á su país hacía mucho tiempo. Al no encontrarle sintió miedo. Debía estar ya en Barcelona, y lo que había empezado como un viaje heroico iba á convertirse en una fuga de adolescente travieso.