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Por un momento creí amarlo, lo calenté contra mi pecho, lo perfumé con la poesía de mis sueños y lo cubrí con todas las flores de mi espíritu; pero fué en vano. Aquel corazón, en vez de calentar mi pecho, lo iba enfriando poco á poco. Mis esfuerzos para gozar la dicha inefable de amar fueron estériles.

Y cubrí con la sábana la cara del pobre muerto; el semblante de Burton Blair, el hombre que, durante los últimos cinco años, había sido uno de los misterios de Londres. La pieza en que estábamos era un pequeño dormitorio, bien amueblado, del Queen's Hotel, de Manchester.

traduje el pasaje a la letra, diciendo: «Dicho muchas veces el último adiós, todavía me volví a hablarle, y casi separándome la cubrí de besosDon León, ruborizado, extendió los brazos exclamando: «¡No, hijo mío, no!

El secreto estaba descubierto. Su repentino deseo de venir a Mayvill había sido con el fin de celebrar una entrevista a media noche. Sin un momento de vacilación me puse mi sobretodo, cubrí mi cabeza con un gorro de golf y bajé a la pieza que quedaba debajo de la mía, donde encontré abierta una de las grandes ventanas, y por ella salí rápidamente al enarenado camino.

Esta... le contesté, y avanzando sobre el espacio del balcón hasta el rincón en que termina la reja, la impulsé suavemente, le saqué en un segundo uno de sus guantes, le tomé la mano, la llevé a mi boca, la rodeé con mis brazos el cuello y la cubrí de besos mudos e intensos que ella rehuía apenas, riendo entrecortadamente con cierta frialdad irritante.

15 Así dijo el Señor DIOS: El día que descendió al infierno, hice hacer luto, hice cubrir por él el abismo, y detuve sus ríos, y las muchas aguas fueron detenidas; y al Líbano cubrí de tinieblas por él, y todos los árboles del campo se desmayaron. 18 ¿A quién te has comparado así en gloria y en grandeza entre los árboles del Edén?

Cubrí de besos aquella mano que estrechaba la mía con una presión todavía muy débil, y le respondí desde el fondo de mi corazón: ¿A quién he de querer en este mundo sino a ti?

Pasó así gran parte de la noche, y después recogió en el cofre los papeles y el retrato, guardó cuidadosamente el cofre en un armario, se desnudó y desapareció tras las cortinas de su alcoba. Yo no supe ya qué pensar de Amparo. Pero me cubrí con el más perfecto disimulo, como ella se cubría conmigo. Nos tratábamos como si hubiéramos vivido juntos desde nuestros primeros años.

Es menester que de las sustancias corrompidas que en el mantillo hay absorba el rosal la savia vivificante que ha de dar lozanía, gala y primor a sus hojas y a sus flores. Cubrí, pues, con mantillo las raíces y el pié del rosal, y el rosal ha reverdecido y florecido como por encanto. La verdura de sus hojas es brillante: sus rosas son divinas.

Cuando entré en la habitación en ese momento, y vi sobre el brazo del sofá su rostro, pálido como la cera, con los ojos cerrados, quedé como si me hubiera herido un rayo. Creí ver en realidad su cadáver ante mis ojos. Caí de rodillas delante del canapé y le cubrí de besos la boca y la frente.