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No sólo era ya pacífico, sino tiernísimo, y sus afectos se habían sutilizado, como el licor que pasa por el alambique. Las fórmulas de cariño que con su tía y su mujer usaba eran extraordinariamente suaves y hasta empalagosas; se afligía cuando causaba alguna molestia, y agradeciendo mucho los cuidados que se le prodigaban, los rehuía como pudiera.

Libre ya de este obstáculo, Gillespie volvió á empuñar los remos, avanzando por unas aguas que la marina pigmea rehuía el frecuentar. Puso la proa hacia la barrera de rocas y espumas, obra de los dioses, que limitaba el mundo conocido. Después de una hora de violento ejercicio, Gillespie, cubierto de sudor, necesitó despojarse de la chaqueta.

Aquel cuchicheo tan suave que salía de su boca, penetraba en todo mi ser y lo henchía de voluptuosidad. Hubiese querido prolongar unos instantes más aquel estado, y morirme después. Cuando volvíamos para casa traté de explicarle algo de lo que me pasaba, para que conociese siquiera un parte del amor infinito que me inspira; pero siempre rehuía la conversación.

En cuanto ésta atentase poco o mucho a la exposición de su belleza, la esquivaba con valor o la modificaba. Rehuía los colores chillones, la profusión de lazos, los peinados complicados. Consideraba a su cuerpo como una estatua y la vestía como tal.

Juan Pablo, al llegar a Madrid, escribió a Nicolás para que también viniese, con objeto de estar reunidos los tres hermanos y tratar de la partición. He dicho que doña Lupe rehuía el hablar de política con Juan Pablo.

Madame Duval se excusó como pudo, pero, cediendo a la terca insistencia del gaucho, tuvo que encargarse de una carta que éste le dio para Rafaela. Ella la recibió y la leyó con hondo disgusto, y, si no tuvo miedo, fue porque de nada le tenía. Era, sin embargo, prudente y rehuía comprometerse escribiendo.

Yo no puedo añadió con cierta melancolía prestarle a la señorita otro auxilio. Marchóse, dejando al médico sorprendido de encontrar un cura que rehuía entrar en políticas discusiones, que por aquellos días reemplazaban a las teológicas en todas las sobremesas patronales, y celebró su misa con gran atención y minuciosidad en las ceremonias.

Y rápidamente se vió otra vez con todos sus muebles sobre el carro, errante por los caminos, en busca de lo desconocido, para crearse otra existencia, llevando como tétrica escolta la fea hambre, que iría pisándole los talones.... ¡No! El rehuía las cuestiones, pero que no le tocasen el pan de los suyos. Ya no sentía inquietud.

Creía haber encontrado una frase: «¡Pero eso es un cómico!». El Magistral no era cómico, ni trágico, ni épico. «No le gustaba sacar el Cristo». En general prescindía en sus sermones de la epopeya cristiana y pocas veces predicó en la Semana de Pasión. «Rehuía los lugares comunes», según don Saturnino Bermúdez.

Gracián llegó al coro, y arrodillándose junto a la barandilla, oró en silencio, con las manos sobre los hierros y la frente en las coyunturas. ¿Se creía ya salvo y seguro? ¿Daba gracias o le pedía misericordia? ¿Le ofrecía su vida, aceptando gustoso su martirio, que ni buscaba ni rehuía para que fuese más meritorio? Imposible será sondear aquella alma en momentos de tanta turbación.