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Podrá ser... Guillermina se despidió rogando a los dependientes que le cambiaran por billetes tres monedas de oro que llevaba. «Pero me habéis de dar premio les dijo . Tres reales por ciento. Si no, me voy a la Lonja del Almidón, donde tienen más caridad que vosotros». En esto entró el amo de la casa, y tomando las monedas, las miró sonriendo. «Son falsas... tienen hoja».

Por fortuna, era infinitamente más discreto que yo en aquellas circunstancias, y todo quedaba reducido a que cambiaran de madriguera los secretos que iban escapándose de la mía. Volví a las andadas por montes y barrancos, y hasta me parecían llanos y placenteros caminos y sendas por los cuales no andaba yo antes sino echando los pulmones por la boca.

Un instante después regresaba a la ciudad en busca de un convento donde le cambiaran las ropas de caballero por un sayal de ermitaño.

No siempre necesitaban, dioses y gigantes, agarrar las montañas para que cambiaran de sitio, porque obedecían éstas á cualquier seña. Las piedras acudían al sonido de la lira de Orfeo y las montañas se alzaban para oir á Apolo: así nació el Helicón, morada de las musas.

Hasta el siglo XVIII, la enseñanza primaria, secundaria y universitaria estaban arregladas para conferir al educando un poder indirecto sobre el ambiente por la consecuencia de la gracia divina y el patronato de los santos, a fin de que éstos cambiaran o predispusieran los fenómenos naturales en manera favorable a los intereses personales del respectivo devoto, y la enseñanza arreglada para conferir al hombre un poder directo sobre los recursos ambientes por medio de los instrumentos, las máquinas y los procedimientos científicos, sólo empezó a acentuarse desde los comienzos del siglo XIX. Se inicia entonces francamente la decadencia de las ciencias sobrenaturales y el desarrollo creciente de las ciencias naturales, y de sus aplicaciones a la defensa de la vida y la sociedad, al ensanche de la producción y de las comunicaciones, al mejoramiento de las relaciones entre los individuos y entre los pueblos por la comunidad de artes y de ciencias, aun en la disparidad de creencias, y el carbón de piedra engorda prodigiosamente a los más mientras los otros siguen enflaqueciendo por el empleo del milagro, "costoso y de rendimiento incierto".

Señorita de Lavalle, hacedme el favor de someteros a mi autoridad. Escuchad proseguí con zalamería, os quiero con todo mi corazón, aun más; sois la única persona que quiero en el mundo. La faz del cura se dilató radiante. Pero detesto, execro a mi tía; mis ideas no cambiarán a ese respecto. Tengo mucho más talento que ella...

Todos estaban de acuerdo en cuanto a abominar a la república y a los republicanos, pero en el momento en que algunos de los convidados desembolsaba la formita de gobierno que tenía buen cuidado de llevar siempre consigo, no pasaba mucho, no, sin que se cambiaran miradas furibundas y se pusieran las caras a modo de tomates.

Lo que pasa es que los alemanes no se han enterado aún del resultado de la guerra. Saben que su ejército ha sido vencido; saben que el Káiser ha abdicado; saben todo esto vaga y confusamente; pero no saben nada más. Dentro de veinte años, sin embargo, las cosas cambiarán radicalmente.

Únicamente los que tienen millones pueden ser rumbosos. Y tras estas palabras, que debían encerrar mortificante intención, don Juan se despidió, como si deseara que su hermana quedase furiosa contra él. Adiós, Manuela; que compres mucho y bien. Adiós, avaro.... Y los dos hermanos se separaron sonriendo, como si cambiaran frases cariñosas y en su interior rebosase el afecto.