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La tempestad había cesado y el mar se iba calmando poco a poco y no ofrecía ya peligro. Quedarse en aquel islote desierto y sin agua dulce, situado en un golfo tan poco frecuentado por los barcos, no era prudente. Urgíales llegar al estrecho de Torres y a la Nueva Guinea para acercarse al mar de las Molucas antes de que se les agotaran los víveres o volviera el tiempo a estropearse.

El viento se moderó por la mañana a la salida del sol, y cuando el cielo comenzó a limpiarse y a desvanecerse la bruma, nos encontramos a la vista de la costa de Irlanda, costa formada allí por acantilados de roca viva. El mar, agitado, se fue calmando hasta quedar inmóvil, y el viento cesó por completo. Nos faltaba el agua, y se decidió que nos acercáramos a la costa.

Y si la niña le tirase un guante diciéndole: Bésalo, quisiera ver en qué forma se negaba a besarlo. ¿Te vas calmando, Gonzalo? dijo disparándole una sonrisa capaz de volver loco a San Antonio. Así, así. Bueno, pues ahora hablemos en serio... hablemos de nuestra situación... Gonzalo se puso serio.

Pero Rosario, toda azorada y hecha un mar de lágrimas, exclamó inmediatamente: ¡No, no; que digan aguanta, que digan aguanta! Si no, vamos a perecer más pronto... Poco a poco, no obstante, y viendo que la tremenda catástrofe no llegaba, se fueron calmando sus nervios, y no tardó en reírse, como niña aturdida que era, de sus ridículos temores.

Ocurriole escribir a Fortunata, encargándole que no hiciera caso alguno de lo que le dijesen las monjas acerca de la vida espiritual, la gracia y el amor místico... Otro disparate. Por fin se fue calmando, y la razón se clareaba un poco tras aquellas nieblas. Las once serían ya, cuando desde su cuarto sintió un grande altercado entre doña Lupe y Papitos.

D. Bernardo estaba tan irritado con las tosquedades de su esposa, que no pudo decir ni hacer nada: siguió sentado con los ojos clavados en el plato mientras un enjambre de pensamientos sombríos y melancólicos relacionados con su desigual matrimonio, le bullía en la cabeza. Finalmente, fuéronse calmando poco a poco los ánimos que estaban irritados.

Mas con el tiempo su dolor se fué calmando: llegó á acostumbrarse y aceptó al cabo aquella triste y degradante situación, ya que su hija parecía feliz y Velázquez no dejaba de satisfacer ninguno de sus caprichos. Duró poco, no obstante, tal estado de satisfacción.

A las siete y media de la tarde avisaron los pilotos que habian subido á registrar la costa desde la gavia mayor, que habia por la proa señal de bajos, y echando al punto la sonda, se hallaron con quince brazas de fondo de cascajo; y calmando el viento, dieron fondo en veinte brazas, y pasaron la noche sobre una áncora.

Y como oyese en cierta ocasión, en boca de algunos compañeros de armas, groseros chistes en ofensa de su señora, no pudo contenerse y se decidió a castigarlos de palabras y aun de obras. Por dicha, Nuño acudió a tiempo y pudo evitar la inminente lucha, calmando los ánimos, restableciendo la paz y procurando que no se divulgase lo que había ocurrido.

A la hora de repartir las cartas en la fonda, experimentaba una ansiedad que le sofocaba, esperando ver llegar encerradas en un sobrecito las feas y colosales calabazas, castigo justo a su demasía y sandez. Transcurrieron, no obstante, los ocho días y aun los quince, y la contestación no parecía. Se fué calmando con la esperanza vaga de que la carta no hubiese llegado a su destino.