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Una tarde, á la hora del ensayo, penetraba en el escenario un hombrecillo sonrosado, redondo y alegre: era Mr. Chalonette, alguacil del juzgado. Vengo dijo secamente, á cerrar el teatro. Bissón, que ya esperaba aquella visita, recibió á Mr. Chalonette con una cordialidad envolvente. ¿Ha visto usted alguna vez un ensayo? preguntó. No, señor. Pues, siéntese usted; es muy curioso. Luego hablaremos.

Durante veintiocho meses de permanencia en la colonia, se defendió valerosamente contra los moros y contra la fiebre amarilla; después pidió un permiso para casarse en París. Era rico, gracias a la indemnización que le habían dado, y dobló su fortuna al casarse con la hermosa Margarita de Bisson que poseía sesenta mil francos de renta.

Al día siguiente comenzaron los ensayos: los actores, entusiasmados con la nueva obra, trabajaban febrilmente; las actrices, ¡caso extraordinario! no opusieron el menor reparo al reparto de papeles; Mr. Bissón se multiplicaba, almorzaba y comía en el teatro, y con lo poco que producía la taquilla pagaba á los más necesitados y exigentes.

La asamblea se disolvió más que de prisa; cada uno de los oradores llevó consigo sus instrumentos de trabajo y en la sala de deliberaciones no quedó más que una de esas escobas gigantescas, llamadas cabezas de lobo. Mientras tanto, Margarita de Bisson, duquesa de la Tour de Embleuse, caminaba apresuradamente en dirección a la calle Jacob.

¿Cómo?... ¡Pues ya lo creo!... Antes de quince días. La comedia de Alejandro Bissón fué un éxito, y Laridel pudo pagar sus trampas y vender su teatro en buenas condiciones. La deliciosa Mlle. Denise prosiguió su carrera triunfal. En cuanto á Mr.

¡Quiero conocerla en seguida! exclamó, y si me gusta, empezaremos á ensayarla mañana mismo. Rojo de contento, Mr. Chalonette sacó su manuscrito y comenzó á leer. Acabó la lectura de la última cuartilla entre los brazos engañadores de Bissón. ¡Eso es admirable! repetía el dramaturgo. ¡Una obra maestra!... Pero, ¿quién iba á creerlo? El alguacil balbuceaba: Y... diga usted... ¿se estrenará pronto?

El celebrado autor de «Las sorpresas del divorcio», halló á Laridel en un café solitario y sumido en una desesperación sin gestos ni palabras, ante una copa de bitter. ¡Estoy arruinado! exclamó el empresario; hoy ó mañana debo pagar cincuenta mil francos, y como no los tengo, me cerrarán el teatro. ¡Y yo que le traía á usted, en este manuscrito, una mina de plata! repuso Bissón.

Chalonette levantóse á felicitar calurosamente á la gentil actriz, y ella, secundando los planes taimados de su director, pareció encantada con la conversación espiritual del alguacil. Todas las tardes Mr. Chalonette acudía á los ensayos, y tan grande era su afición, que llegó á tomar parte en ellos, con lo que Alejandro Bissón dejó de temerle; el terrible representante de la ley estaba vencido.

Algunos realizaron su propósito, otros no; de todas maneras, esa obra constituye, en la aridez de sus almas vulgares, «un rincón verde», un oásis de poesía, y también su debilidad, su punto vulnerable. Hace mucho tiempo, cerca de treinta años, que Alejandro Bissón, que ahora acaba de triunfar en el teatro Vaudeville con su comedia «Mariage d'etoile», llevó una obra al empresario Mr. Laridel.

Laridel se alzó de hombros, con la indiferencia de quien sabe que todo está perdido: se debía la luz eléctrica; los tramoyistas no habían cobrado sus jornales; á los artistas se les adeudaba cerca de dos meses... No importa dijo Bissón, yo me comprometo á conjurar esos obstáculos durante dos ó tres semanas, lo suficiente paria que mi obra se ensaye y se estrene.