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Actualizado: 25 de junio de 2025
Tres horas después me hallaba en el café Suizo de Madrid. Junio de 1858. Doy fe de haberlo visto con mis propios ojos, ayer á 18 de Julio, de dos á tres de la tarde, desde las venerandas ruinas de Sagunto, ó sea desde lo alto del castillo de Murviedro. Con este solo fin había salido la víspera de la villa y corte de las Españas en el tren correo.
Le presentó Artegui en silencio el brazo, y ella, dudosa al pronto, aceptó por fin, caminando ambos automáticamente en dirección al hotel. La mañana, un tanto encapotada, prometía temperatura menos cálida y más grata que la de la víspera. Corría regalado fresquecillo, y tras del celaje brumoso adivinábase la sonrisa del sol, como suele columbrarse el amor al través del enojo.
En momentos que él bajaba del caballo a las nueve de la mañana, en el patio del cuartel, el abate Constantín se ponía alegremente en campaña. La cabeza del buen anciano ardía desde la víspera; Juan no había dormido mucho, pero el pobre cura no había dormido nada.
¿Y por qué no había de regocijarme? Es nuestro primo. ¿Y nada más? dije yo amenazándola con el dedo, como lo había visto hacer la víspera a papá. Entonces, de improviso, ella se puso muy grave y me dirigió con sus grandes ojos tristes una mirada tan llena de reproche, que sentí que la sangre me afluía, ardiente, al rostro.
Amaury estaba, de nuevo a los pies de su amada, pero esta vez Avrigny, lejos de irritarse como la víspera, le indicó que no se moviese y tras de contemplar un momento aquel hermoso grupo, les tendió sus manos, exclamando: ¡Hijos míos!
Batiste, sentado en una silleta de esparto en medio de la barraca, miraba con expresión estúpida el desfile de estas gentes que tanto lo habían maltratado. No las odiaba, pero tampoco sentía gratitud. De la crisis de la víspera había salido anonadado, y miraba todo esto con indiferencia, como si la barraca no le perteneciese ni el pobrecito que estaba en la cama fuese su hijo.
A él debió el encontrarse al despuntar la aurora tan quebrantado y tan rendido que repitió con la misma convicción que el doctor lo había hecho la víspera estas palabras: «¿A qué matarse cuando la muerte viene por sí sola?» Serían las ocho de la mañana cuando José subió a avisar a Amaury que el doctor le aguardaba en el salón.
»Conoció el desengañado consejero la honda impresión que produjo su descarnado consejo, y acudió solícito a templarla, a intentarlo, mejor dicho, con una detenida exposición de razonamientos que me es imposible reproducir aquí al pie de la letra, por falta de memoria para tanta minuciosidad; pero cuya substancia, que recuerdo bien, y no debe omitirse en este pasaje de la historia de mi vida, era la siguiente: »Si el matrimonio no fuera más que una carga de sacrificios y un palenque de proezas, donde un caballero demostrara a cada instante la firmeza del amor que sentía por su dama, él, Pepe Guzmán, por remate de nuestro idilio de la víspera, con lo que acababa de contarle yo o sin ello, se hubiera apresurado a implorar de mí el mismo favor que con tan rendidas ansias había implorado el banquero para sí.
Lo primero que ve es la ropa de viaje colocada sobre una butaca, y en un rincón el mueblecillo donde la víspera guardó el dinero para huir con ella, robándosela al hombre misterioso sin rostro ni facciones. Un nombre se le viene a los labios: «¡Martínez!» Esta es la única tristeza indudable que pasa del sueño a la vigilia.
Mientras ella la leía a su vez sentía yo cierta inquietud. Comprendía la correlación que podía tener aquella carta con lo que el doctor me había dicho la víspera a propósito de mi viaje, y no podía menos de temblar, mirando a Magdalena. ¡Pero cuál no sería mi asombro cuando vi que se alegraba su semblante!
Palabra del Dia
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