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»Conoció el desengañado consejero la honda impresión que produjo su descarnado consejo, y acudió solícito a templarla, a intentarlo, mejor dicho, con una detenida exposición de razonamientos que me es imposible reproducir aquí al pie de la letra, por falta de memoria para tanta minuciosidad; pero cuya substancia, que recuerdo bien, y no debe omitirse en este pasaje de la historia de mi vida, era la siguiente: »Si el matrimonio no fuera más que una carga de sacrificios y un palenque de proezas, donde un caballero demostrara a cada instante la firmeza del amor que sentía por su dama, él, Pepe Guzmán, por remate de nuestro idilio de la víspera, con lo que acababa de contarle yo o sin ello, se hubiera apresurado a implorar de el mismo favor que con tan rendidas ansias había implorado el banquero para .

Entonces me acerqué y vi que sus ojos estaban nublados de lágrimas. Me recibió con una granizada de denuestos. Después, como yo procurase templarla, mostrándome arrepentido, cambió repentinamente y, mirándome con ojos suplicantes..., tornó a repetirme: ¿Me perdonas? Costome trabajo impedir que se pusiera de rodillas. Había llegado a persuadirse de que lo que había hecho era un grave delito.

Aumentaba esta angustia haber ya faltado los gatos, ratones, culebras y otros animalejos inmundos con que solian templarla, y se comieron hasta los zapatos y otros cueros.

Me parece que no podrá ser... Además, yo me las acompañaba con guitarra... ¿No hay en casa alguna guitarra? se apresuró a preguntar el pollo, levantándose de su silla. A la guitarra que trajo Marta le faltaban dos o tres cuerdas y fue menester echárselas, en cuya operación se invirtió algún tiempo. Después se tardó también un poco en templarla.

Servido Reyes, el mozo volvió a su guitarra, y después de templarla a su gusto, la emprendió con la marcha fúnebre de Luis XVI. Al principio Bonis saboreaba la zarzaparrilla inocente sin oír siquiera la música. Pero la vocación es la vocación.

Para templarla y producir una iluminación suave y normal, Clementina hacía colocar dos candelabros con numerosas bujías a los extremos de la mesa. Todas las señoras estaban más o menos descotadas: alguna, como Pepa Frías, escandalosamente. Los caballeros, de frac y corbata blanca. La conversación fué en los primeros momentos particular: cada cual hablaba con su vecino.

Sólo Dios entiende aquella zampoña y la manera de templarla. Pues la he visto contenta, señora, y es porque da en figurarse cosas buenas. Más vale así. Es de las que se creen todo lo que fabrican ellas mismas en su cabeza. De este modo, son felices cuando debieran ser desgraciadas. Pues si le da por lo contrario, ayúdame a sentir... ¿Y estaba sola, enteramente sola con la chica?

Nieves leyó la carta sin la menor dificultad, porque la letra era primorosa, pero no la entendió; y por no entenderla y por antojársele que sabía a melaza, le dio empacho y la metió en grandes ganas de saber escribir, para decirle a su primo que la escribiera de otro modo o dejara de escribirla. Es el estilo de allá, la dijo su padre para templarla un poco e ir preparándola el estómago.