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Actualizado: 3 de junio de 2025


A más de los señores del lugar, había muchos forasteros, que habían venido de los lugares inmediatos para concurrir a la feria y velada de aquella noche. El centro de la concurrencia era el patio, enlosado de mármol, con fuente y surtidor en medio y muchas macetas de don-pedros, gala-de-Francia, rosas, claveles y albahaca. Un toldo de lona doble cubría el patio, preservándole del sol.

Pasé, pues, solo con el señor D'Orsel, casi la mitad de la velada; estaba inerte, insensible, y como si se me hubiera helado la sangre; tan poco sentido me quedaba para reflexionar y tan exhausto de fuerzas estaba para moverme. Eran cerca de las diez cuando entró Magdalena, cambiada hasta dar miedo, desconocida, con el aspecto de un convaleciente a quien la muerte ha tocado de cerca.

Tales reflexiones bastaron para echar agua sobre mi fervoroso entusiasmo y me acosté en la cama medianamente inquieto. Al día siguiente recibí una invitación del presidente del Casino Español, que ya me habían anunciado, para que leyese algunas de mis poesías en aquel centro recreativo. Esta fiesta o velada ya se venía tratando hacía tiempo entre mis conocidos.

¿Por qué estaba tan alegre esa muchacha?... repitió la señorita Guichard pensativa. Pasó la velada jugando al bezigue con Bobart y soñó por la noche que Roussel había entrado á viva fuerza en el castillo, con la cara embadurnada de negro, como los antiguos bandidos, y la había puesto un puñal en la garganta para obligarla á decir dónde había ocultado á su sobrina.

, yo soy respondió la anciana labradora, con voz reposada . Vengo a hablar con usted, Juan Claudio... ¿Ha salido Luisa? Está en casa de Magdalena Rochart pasando la velada. Muy bien. Catalina dejó caer el capuchón sobre el cuello y fue a sentarse al lado del banco. Hullin la miraba fijamente y le encontraba algo extraordinario y misterioso que le extrañaba.

Cuando concluyó la oración del alba, la reunión se disolvió, nos despedimos del digno alcalde y de los futuros esposos, quienes se quedaron con él a concluir la velada, así como otros muchos vecinos; y nos fuimos a descansar, andando apresuradamente, porque a esa hora, como era regular en aquellas alturas, durante el invierno, la nieve comenzaba a caer con fuerza, y sus copos doblegaban ya las ramas de los árboles, cubrían los techos pajizos de las cabañas y alfombraban el suelo por todas partes.

Fueron tantas las cordiales zalamerías de la muchacha, que la preocupación de que él pudiera ser estorbo se le borró por completo del magín y acompañó a ambas mujeres durante toda la velada, siendo el cuarto personaje del grupo. Ya paseaban los cuatro, ya se sentaban en los bancos de piedra que hay en la plaza.

Nunca Felipe había pasado una velada tan feliz y a la vez tan dolorosa como lo fue aquélla para él. Feliz, porque Antoñita no tuvo sino dulzura y amabilidad para su adorador, y dolorosa por la perspectiva de aquel lance a que le arrastraba Amaury. Gracias a que algo se lo hacía olvidar la incesante y gratísima conversación de Antoñita.

Entonces, corriente. Dame hoy doble ración de ternura, porque desde mañana viviremos separados ... ¡Así lo exige la política! Habían llegado á la verja de la quinta de Montretout; entraron y pasaron la velada haciendo proyectos para el porvenir. Al día siguiente, como había dispuesto Roussel, Mauricio se presentó en la Celle-Saint-Cloud y fué recibido sin dificultades.

Herminia se quedó helada y permaneció muda durante toda la velada, pero las sospechas de Clementina se habían despertado y, cuando la joven se fué á sus habitaciones, preguntó: Dime, Bobart, ¿no has observado nada anormal alrededor del castillo?

Palabra del Dia

rigoleto

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