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Actualizado: 3 de junio de 2025
Durante la velada sufrieron el tormento de tener que sonreír al pobre padre, de seguir su conversación sobre los sucesos que se preparaban para el día siguiente, de manifestar Fermín sus opiniones acerca de la asamblea de los rebeldes en los llanos de Caulina. El joven no pudo dormir.
Esta leyenda relativa á los habitantes de los tres continentes del Antiguo Mundo, nos cuenta, tal vez en forma velada, cuáles son las verdaderas causas de la prosperidad de las razas.
A pocos pasos de distancia volvió hacia el soldado, y le dijo: Esta noche hay velada en la casa de mi tío; podéis allá ir a recoger limosna.
Pero una vez resuelto a alejarse se había quedado, aplazando la partida para saborear la perfumada dulzura de la última contemplación, y, por fin, un día, pudo hablarla. Ya podía oír su voz, una voz reposada, que era armonía lenta, música velada, eco de una alma profunda. ¡Qué sutil virtud había en sus palabras!
Ordinariamente Juana acogía esas proposiciones con transportes de alegría; pero entonces la oyó fríamente y una sombra pasó por su mirada. Me quedaré á comer, eso si, con mucho gusto, como te había prometido. Pero no podré pasar la velada contigo. Tengo cita para un asunto serio con mi profesor de canto Campistrón. Tendré que dejarte á las nueve. Su hipocresía me puso fuera de mí.
Ha habido de todo, contestó el interpelado; pues si bien es verdad que no he dormido gran cosa, el origen de mi vigilia merece la pena de la velada. El insomnio junto á una mujer bonita no es seguramente el peor de los males. Será tal vez algún antiguo amor de la corte que le sigue á Toledo para hacerle más soportable el ostracismo, añadió otro de los del grupo.
Asistía Julián a la velada, entretenido y contento, porque la alegría y el humor de los cazadores le disipaba las ideas congojosas de algunos días atrás, el miedo a la Sabia, a Primitivo, a los Pazos, los lúgubres presentimientos acrecentados por la comunicación de los terrores nerviosos de Nucha. Al cabo, tanto insistió don Eugenio, que hubo de prometer, aplazando para el último día.
Tembló Batiste de frío y de miedo; fué una sensación de debilidad, como si de repente le abandonaran sus fuerzas, y se metió en su barraca, no respirando normalmente hasta que vió la puerta con el cerrojo echado y encendido el candil. La velada fué lúgubre. El sueño abrumaba á la familia, rendida de cansancio por la vigilia de la noche anterior.
Pasábamos la velada hablando del invierno que se aproxima. Duchêne decía que iba a ser rudo, porque había visto grandes bandadas de patos silvestres.
Más adelante, silencio total. El cielo se cubría de nubes cirrosas, y la claridad del sol apenas se abría paso, filtrándose velada y cárdena, presagiando tempestad. Julián recordó un detalle melancólico, la cruz a la cual iban a llegar en breve, que señalaba el teatro de un crimen, y preguntó: ¿Señorito? ¿Eh? murmuró el marqués, hablando con los dientes apretados.
Palabra del Dia
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