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Actualizado: 3 de julio de 2025


Por último, de Couprat levantose para despedirse y le acompañamos hasta el patio. Saludó afectuosamente al cura y dio las gracias a mi tía; luego acercose a mi, me tomó la mano y me dijo en voz baja: Hubiera deseado que esta velada no terminara nunca, prima mía. ¿Y yo?... Pero volveréis ¿no es cierto? Seguramente, y dentro de poco, según espero.

Lo particular era que la sensualidad, la parte grosera del amor, permanecía en ella velada por un pudor admirable. Jamás habló de resistencia, ni de perdición, ni echó en cara lo que daba, ni tuvo miedo, ni alardeó de doncellez.

Eran de otra época los muebles que la acompañaban, la suntuosa y maciza cómoda de manijas talladas, los sillones altos como sitiales; de otra época los grandes marcos de un oro ya sin brillo: en las telas agrietadas, los rasgos expresivos de las caras habían comenzado a borrarse, y la sonrisa de estas caras, alguna llena de hermosa juventud bajo lo anticuado del atavío, parecía velada de pesadumbre, como por la conciencia larga de la muerte.

Después de recibir semejante respuesta, no es de extrañar que el señor Macey hiciera notar más tarde, en la velada del Arco Iris, que Marner tenía la cabeza perdida, y que no sabía probablemente cuándo era domingo, lo que demostraba que era más pagano que muchos perros. Además del señor Macey, otra persona que consolaba a Silas fue a verlo con el corazón lleno de los mismos pensamientos.

Así es que permaneció levantada la mayor parte de la velada entretenida en adornarse y en peinar su sedoso cabello, tan bien como lo permitía su triste estado, para recibir dignamente a la suspirada visita. No he de dar miedo a la niña, Juan decía como excusándose y con resabios de su antigua coquetería.

Con todo lujo de detalles acudió a su imaginación aquella velada inolvidable, y pensó en su cuartito, en el tabaco esparcido sobre la mesa, en el orgullo y el entusiasmo con que escribió aquellas líneas firmes y enérgicas... No tenía mas que arrancar las páginas y enviárselas a la muchacha.

Como era temprano me fui a acabar la velada en casa de las de Grevillois, que daban un en su minúsculo cuartito del piso quinto. Puedes pensar si tendría yo prisa por ir. Me acompañó Gerardo Lautrec. ¿Te he hablado de él? Y cuando llegamos estaba la reunión en todo su esplendor.

Por desgracia, la diligencia que debía conducirnos Málaga, por Santafé y Loja, atravesando la Sierra-Nevada, partía casi á media noche; y las sombras eran tan espesas en aquellas noches de lluvias primaverales, que toda la campiña nos debía estar velada por las tinieblas.

D. Pedro interrumpió a su hijo con una carcajada y continuó la frase: Y que ella está enamorada de ti, y que la noche de la velada de San Juan estuviste con ella en dulces coloquios hasta las dos de la mañana, y que por ella buscaste un lance con el conde de Genazahar a quien has roto la cabeza. Pues, hijo, bravo secreto me confías.

Se encuentra a primera vista en su fisonomía, aquella sonrisa interior de la vida, aquella ternura inagotable en la mirada que revela en todo su ser una extraordinaria bondad: rayos de luz de una razón serena empapada en serenidad, flotando como una caricia eterna en su mirada un tanto profunda y otro tanto velada por los párpados, como si quisiera evitar que se escapase todo el fuego y todo el amor que se encerraba en sus hermosos ojos.

Palabra del Dia

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