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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Entraban haciéndose los distraídos, se sentaban un momento en las butacas, gastaban cuatro bromas con los pollos que allí aguardaban correctos, impacientes, con la luenga levita cerrada, abrochándose los guantes los unos a los otros, y al poco rato se retiraban disimuladamente para ir a noticiar a sus familias que aún no había llegado nadie. ¡Ah! ¡Cuántas veces los pollos impacientes de la levita cerrada aguardaron vanamente toda la noche la llegada de sus hermosas parejas!
El alguacil mayor i el conde de Niebla intentaron vanamente sosegar el tumulto con las mejores razones que les venian al pensamiento, en tanto que la plebe, mas soberbia con los ruegos apedreó á los que llevaban á los castigados, los sacó de sus manos, i los metió en la Catedral.
Pero lo mejor que ha hecho Moreto, la obra que basta para darle inmortal renombre, es la comedia de El desdén con el desdén. Es una composición dramática de la mayor delicadeza y perfección, en la cual se encuentran reunidas profundidad psicológica y verdad de la pintura del alma con un enredo complicado é interesante, y el esmero más nimio y agradable en los detalles, con una combinación de extraordinario efecto dramático en todo su conjunto. El tema que sirve de base al drama (la desaparición del desdén de una mujer por fingirlo mayor su amante) era ya muy conocido en el teatro, particularmente en Los milagros del desprecio y en La hermosa fea, de Lope, no habiendo ya dudas de ningún género de que estas obras inspiraron á Moreto el primer pensamiento de su comedia (debiendo suponerse también que tuvo presente la de Tirso de Celos con celos se curan); pero este cargo contra él no tiene valor alguno, si se tiene en cuenta que su superioridad en dicha obra es tan grande, que aventaja extraordinariamente á las citadas. Partiendo del supuesto de que el argumento de esta comedia es conocido en todos los teatros de Europa, así como su estructura y combinación dramática, nos limitaremos á hacer algunas indicaciones que prueben la delicadeza de su gusto al imprimir nueva forma en esos materiales preexistentes. Su objeto es demostrarnos que una mujer de carácter frío y opuesta con toda su alma al matrimonio, puede variar de sentimientos y dar entrada al amor en su corazón, poniendo su orgullo en movimiento. Con este fin nos ofrece á la princesa Diana rodeada de tres adoradores: dos de éstos se empeñan vanamente en captarse su favor, tributándola todos los homenajes posibles de la galantería; no así el tercero, el príncipe Carlos, que emprende para lograrlo, por consejo de Polilla, su astuto criado, el buen camino de disimular su amor bajo la máscara de la indiferencia, y de combatir al orgullo con el orgullo. La vanidad de Diana se ofende de la frialdad del Príncipe, provocándola á inflamar su amor para vengarse después del vencido y ponerle en ridículo. Carlos no se muestra muy decidido á desempeñar bien su papel; cree vislumbrar en los artificios de la Princesa verdadera inclinación á él, y le declara su pasión. Diana agobia á burlas al presumido; pero éste, conociendo su yerro, pone de nuevo en ejecución su antiguo plan, y le dice que tan discreta Princesa habrá comprendido que él, lo mismo que ella, sólo ha jugado caprichosamente con un sentimiento, ajeno á su corazón por completo. Esta explicación hiere en lo más vivo el orgullo de Diana, y su empeño en humillar al Príncipe se convierte poco á poco en verdadera pasión; emplea sucesivamente todos los medios, eficaces á su juicio, para inspirar á Carlos amor; pero éste, costándole mucho trabajo dominarse, no se despoja de su máscara de indiferencia. Después que Diana ha apurado todos sus recursos para conquistar su corazón, apela con el mismo objeto á los celos, y le declara que está decidida á complacer á sus padres casándose con el príncipe de Bearne. Carlos, sabedor por su criado del fin verdadero que se propone la Princesa, se muestra tan impasible como antes, y le replica que él ha tomado una resolución análoga, puesto que se propone dar su mano á la bella Cynthia, dama de la Princesa. Esta respuesta pone fuera de sí á Diana: sus celos y su malevolencia revelan la llama que la abrasa. Carlos cree entonces que la victoria es ya suya. Para obligar á Diana á revelar con franqueza sus sentimientos, hace saber al príncipe de Bearne que ha sido el elegido para esposo por la Princesa. En el momento en que el afortunado galán comunica al padre de Diana la resolución de su hija, se presenta ésta en el fondo de la escena. Sólo Carlos la ve atisbando, y declara que, si bien se estimaría feliz de poseer la mano de Cynthia, deja la decisión de este asunto á la voluntad de Diana.
Y la chochez, respetable cuando es natural, resulta risible cuando se opone vanamente por medio de estos artificios a los estragos del tiempo, pidiendo a la química de tocador la juventud y la belleza que huyeron. Nada más bello que el rielar del alma en el rostro, revelando nuestro estado emocional, el pudor, el sonrojo, la dulce alegría, todos los movimientos espontáneos de nuestro espíritu.
Estas mismas faltas que señalamos en sus composiciones, se observan también en su estilo pesado, y que se arrastra, al parecer, sin entonación ni fuerzas, aunque se esfuerce vanamente en disfrazar ese defecto de vigor y de fuego propio usando un lenguaje hinchado y lleno de hojarasca.
Vuelve, pues, á su abandonada celda, y hace la debida penitencia; Satanás torna á tentarla, pero vanamente, porque ella triunfa, y fuerza al tentador á alejarse para siempre de su lado. Vésela al fin durmiendo plácidamente en su duro lecho con un cilicio; un ángel revuela alrededor, que lleva su alma al cielo.
Te he agraviado en extremo, murmuró Ester. Nos hemos agraviado mutuamente, respondió el médico. El primer error y agravio fué mío, cuando hice que tu floreciente juventud entrara en una relación falsa, y contraria á la naturaleza, con mi decadencia. Por consiguiente, como hombre que no ha pensado ni filosofado vanamente, no busco venganza, no abrigo ningún mal designio contra tí.
Hay instantes, horas, días enteros, en que uno está abstraído, a su pesar, por una imagen encantadora que le llama, que le persigue, que vanamente tratará de evitar, que encontrará en todas partes y cuya perfección ideal está compuesta por los rasgos de mil mujeres diferentes, o, todo lo más, por los de una mujer a la que no se ha visto jamás. ¿Cuántos años hace falta vivir, mi querido Eduardo, para no sentir semejantes quimeras?...
Para resolver las dudas que le asedian, recurre al presbítero cristiano Carpóforo, que lo instruye en la nueva doctrina, lo bautiza, y después Crisanto se hace públicamente cristiano. El padre, celoso sectario de los antiguos dioses, lo pone vanamente en prisión; luego, por consejo de un amigo, emplea con el converso otros medios.
Tiene la cabeza algo levantada y la boca abierta como en disposicion de arrojar por ella un caño de agua. La cierva, de la misma materia y tamaño, fué llevada al monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe. No sabemos si se conserva. Ambrosio de Morales en sus Antigüedades se esforzó vanamente en persuadir que Córdoba la vieja era la Colonia patricia fundada por Marcelo.
Palabra del Dia
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