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Actualizado: 7 de junio de 2025


Iba, pues, a auxiliar a los reos de muerte en la capilla y a darles conversación en la hora tremenda, hablándoles de lo tonta que es esta vida, de lo bueno que es Dios y de lo ricamente que iban a estar en la gloria. ¡Qué sería de los pobrecitos reos si no tuvieran quien les diera un poco de jarabe de pico antes de entregar su cuello al verdugo!

Pero el Tuerto, á quien el llanto de su padre y el recuerdo de sus hijos estaban martirizándole el alma, temiendo ceder al cabo al peso de la aflicción que ya enturbiaba sus ojos, al ver el poco efecto que en el patrón habían hecho las órdenes anteriores, ¡Larga! gritó con ruda y tremenda voz, dominando con ella los alaridos de tierra, y fijando su torva mirada en el viejo marino.

En el escritorio y en el almacén aparecieron los primeros mecheros de gas hacia el año 49, y el famoso velón de cuatro luces recibió tan tremenda bofetada de la dura mano del progreso, que no se le volvió a ver más por ninguna parte.

El dinero de las limosnas permanecía meses y meses sobre la tumba, sin que los viajeros en su mayor parte hombres de tremenda historia osasen tocar la más pequeña parte del depósito sagrado. Muy al contrario, todos procuraban dar aunque sólo fuesen unos centavos, por creer que una limosna á la difunta Correa era el medio más seguro de terminar el viaje felizmente.

Como son las tres de la tarde, y ésta de un día de trabajo, tenemos que encontrarnos, al atravesar el citado salón, con dos largas filas de muchachos sentados ante un doble atril, sobre el que unos escriben y repasan otros la lección que han de dar más tarde en la mesa presidencial que ocupa el maestro, cuya diestra no suelta la tremenda palmeta de cinco agujeros.

Merchán y de otros insurgentes es tan feroz y desapiadado, que más que la prosperidad y auge de Cuba, harto problemáticos si llega á ser independiente, los encanta y seduce la tremenda ruina en donde, según ellos, se hundirá España si perdemos aquella ísla.

Acudió Manuel; el cura cerró la puerta y comenzó a recriminarle durísimamente; Manuel, bajando la cabeza, se disculpó torpemente; mas el cura, en vez de suavizarse con esta actitud humilde, siguió alzando el gallo cada vez más, y concluyó por pasar a vías de hecho, dándole una tremenda bofetada, que resonó en toda la casa.

Unieron sus argumentos uno y otro, como queriendo ocupar la atención de Nepo y Körner, a los argumentos de Körner y Nepo; y perseguido por aquella tremenda pesadilla, Bonifacio, muerto de sueño, ebrio de cólera, de fiebre y cansancio, se declaró en franca y acelerada fuga y se encerró en su cuarto, bien decidido, eso , a salir para Cabruñana al ser de día, acompañado de los papeles que el tío le había metido por los ojos.

Aquel extraño sueño del conde en tales circunstancias le causaba gran inquietud y le parecía precursor de una tremenda desgracia. «¡Oh! tengo la seguridad, se dijo, de que antes de una hora el conde de Trevia saldrá de su palacio... Y si sale es para cazarlos como á dos ciervos... ¡Dios mío, es horrible, es horrible!... ¿No habrá un medio de cortar el paso á la muerte?...»

Pocas horas antes de morir, su hija, creyéndose bien por una de esas raras alucinaciones del temperamento, que son la más tremenda ironía de la muerte, había tenido el antojo de engalanarse. Sintiendo en aquel instante engañosas fuerzas, se había vestido con febril ansiedad diciendo que ya no estaba mala y que iría al teatro aquella noche.

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