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Actualizado: 10 de junio de 2025
Pobre niño, tú habías maniobrado, sin embargo, con una rara habilidad para conducir a esos pesados guardacostas lejos de la punta de la Torre, mientras que yo desembarcaba el contrabando del tonsurado... Mala noche para él, Blasillo; ¿por qué blasfemaba?... el buen Dios le ha castigado añadió riendo y vaciando su copa.
Cuando se sintió más sereno, tocó un timbre. Entró un joven alto, tonsurado, pálido y triste, tísico probablemente. Era un primo del Magistral que hacía allí veces de secretario. ¿Qué habéis oído? Voces; nada. El cura de Contracayes, que es un salvaje.... Sí, ya sé... ¿Qué hay? Nada urgente. ¿De modo que puedo irme? No me necesitáis.... No; hoy no.
Para tomar el pulso al tonsurado ex-contrabandista y probarle la paciencia, eligieron y diputaron los frailes al más atrevido, quien de propósito cometió una falta leve, y reprendido por ella contestó al P. Prior una tontería.
¡Acabemos, fraile! dijo el condenado; y le puso una mano sobre la boca, y con la otra oprimió tan violentamente el brazo del tonsurado, que el desgraciado comprendió toda la significación del gesto y se arrojó sobre el puente del navío con la expresión de ese terror mudo que nos anonada cuando tenemos la convicción íntima de no poder escapar a un peligro inminente.
El otro bigardo posa familiarmente una mano sobre aquella cabeza de moro negro, que saca la lengua de sierpe al ser aplastada por las angélicas plantas, y sonríe con la malicia del tonsurado que sabe cómo todas las astucias del rebelde son juegos ante el poder de los exorcismos. Siempre con la misma sonrisa, le arranca un cuerno. DON FARRUQUI
Siempre que el arcipreste venía a Cebre, pasaba un ratito en el estanco y cartería, donde se charlaba de política por los codos, se leían papeles de Madrid, y se enmendaba la plana a todos los gobernantes y estadistas habidos y por haber, oyéndose a menudo frases del corte siguiente: «Yo, Presidente del Consejo de Ministros, arreglo eso de una plumada». «Yo que Prim, no me arredro por tan poco». Y aún solía levantarse la voz de algún tonsurado exclamando: «Pónganme a mí donde está el Papa, y verán cómo lo resuelvo mucho mejor en un periquete».
Se santigua la vieja encubridora, y el tonsurado segundón se pone en pie, y avizora hacia la puerta que comunica con la casona, una puerta pequeña en la sombra húmeda del muro de piedra, que rezuma. Se oye el rechinar de la llave. Don Farruquiño se esconde en el rincón más oscuro, y espera. La puerta se abre, y una sombra se aparta para dejar paso al Caballero.
Porque estas puertas se cierran para nosotros apenas asome Don Juan Manuel. Lo mejor es el arca de la criada, y nadie sospechará.... Mientras habla el primogénito, el tonsurado vuelve a subir las gradas del presbiterio y apaga la lámpara, que por fundación debe arder noche y día.
Yo he recibido ya las órdenes menores; he desechado de mi alma las vanidades del mundo; estoy tonsurado; me he consagrado al altar, y sin embargo, un porvenir de ambición se presenta a mis ojos y veo con gusto que puedo alcanzarle y me complazco en dar por ciertas y valederas las condiciones que tengo para ello, por más que a veces llame a la modestia en mi auxilio a fin de no confiar demasiado.
Ningún corderito de ocho días sigue á su madre con más afán que yo te seguiría. ¿Balando y todo? Balando también respondió el tonsurado después de titubear un instante. Pues principie usted ahora, á ver cómo lo hace. ¡Oh, qué mala! ¡qué mala eres, Florita! exclamó acariciando al mismo tiempo con la punta de su látigo la mejilla de la joven. ¿Vas al río? Al río voy.
Palabra del Dia
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