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Actualizado: 28 de julio de 2025


¡Pero el hombre aún estaba allí, á su lado, inmóvil debajo de la enredadera! La sangre subió otra vez aceleradamente al rostro y lo tiñó de fuerte color rojo. Una ola de fuego invadió su yerto corazón abrasándolo en ira. Dió tres ó cuatro pasos adelante. Al mismo tiempo el hombre salía del cenador y la claridad de la luna dejó ver las facciones atezadas y varoniles de Pedro.

Pero no contaba con Tristán de Horla, que levantando con sus forzudas manos pesado peñasco lo dejó caer á plomo sobre el hondero, al pasar éste al pie de la roca, con tanto tino que le destrozó un hombro, derribándolo al suelo, donde empezó á dar grandes gritos. Al oírlos se incorporó Roger, miró en derredor como atontado, y de pronto vió uno de los caballos que á pocos pasos de él estaba.

No es broma, amigo dijo lentamente apoyando sobre cada una de sus palabras. Es que Demetria ha desaparecido de casa y quiero que me digas si sabes algo de ella. ¡Quieres, quieres!... No nada de ella; pero aunque supiese, lo que menos me importaría á es que quisieras ó dejaras de querer... Una ola de indignación subió al rostro del mozo y lo tiñó de carmín.

Mi padre lo había absorbido todo, en revoltiño, y luego lo aplicaba a su modo, ya con tino, ya desatinadamente, ora a pelo, ora a contrapelo; pero siempre con familiaridad despampanante. Si nombraba a Ovidio o a Sófocles, era como si hubieran comido juntos pote gallego.

Temblaron las entrañas del monstruo, sacudidas. La noche se tiñó del sol de sus heridas. Y al despertar del sueño de siglos el titán, Buscó a las dulces vírgenes al pié de su albo lecho, Buscó a las flores hechas de todos sus vapores Para clavar ¡qué loco! sus garras en el pecho De vírgenes y flores. Cayeron. Y por ellas Lloró el coloso luego sus lágrimas de estrellas.

Necesario y bueno es tomar de allí lo que conviene; pero haya tino y juiciosa elección en lo que se tome. Cierta poesía no es ya erótica, sino crapulosa y nauseabunda. Entre las causas que concurren á dar ser á esta poesía, además de las ya mencionadas, entra una vanidad pueril de que el poeta no se da cuenta á veces. Figurémonos al poeta en París.

En un mismo día, al salir de paseo o de compras, cambiaba saludos más o menos afectuosos con la de Ruiz Ochoa, con la generala Minio, con Adela Trujillo, con un Villuendas rico, con un Villuendas pobre, con el pescadero pariente de Samaniego, con la duquesa de Gravelinas, con un Moreno Vallejo magistrado, con un Moreno Rubio médico, con un Moreno Jáuregui sombrerero, con un Aparisi canónigo, con varios horteras, con tan diversa gente, en fin, que otra persona de menos tino habría trocado los nombres y tratamientos.

Con todo esto, veíase que algo degeneraba en él la raza: amigo de goces, de ostentación y vanidades, faltabale a Aurelio el tino exquisito de no salir de mediano por ningún respecto, y carecía de la formalidad exterior, del compasado porte que a los Mirandas pasados acreditaba de hombres de seso y experiencia y madurez política.

Confió doña Mencía al P. Atanasio una respetable suma de dinero para que la repartiera con juicioso tino entre los soldados de la hueste y los campesinos pobres de las cercanías.

Y he ya perdido el tino, No se qual es de Oran la cierta via; Ni senda, ni camino, La triste suerte mia Me ofrece; y qué hace al caso? Que aunque le hallase, no hay mover el paso. Virgen bendita y bella, Remediadora del linage humano, Sed vos aqui la estrella, Que en este mar insano Mi pobre barca guie, Y de tantos peligros la desvie.

Palabra del Dia

godella

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