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Vete á jugar, repitió la madre, pero no te internes mucho en el bosque, y ten cuidado de venir en el instante que te llame. , madre, respondió Perla, pero si fuere el Hombre Negro, ¿no quieres permitirme que me quede un rato para mirarlo con su gran libro bajo el brazo? Vete á jugar, tontuela, dijo la madre impaciente, no es el Hombre Negro. Ahora puedes verlo por entre los árboles.

«¡Papitos...!» gritó la señora, y al punto se oyeron las patadas de la chica en el pasillo como las de un caballo en el Hipódromo. Presentose con una patata en la mano y el cuchillo en la otra. «Mira le dijo su ama con voz queda . Ten cuidado de ver lo que hace el señorito Maxi mientras yo estoy fuera. A ver si escribe alguna carta o qué hace».

Tellagorri lo comprendió así y se puso serio, hizo una confesión rápida, arregló sus cosas y, llamando a Martín, le dijo en vascuence: Martín, hijo mío, yo me voy. No llores. Por lo mismo me da. Eres fuerte y valiente y eres buen chico. No abandones a tu hermana, ten cuidado con ella. Por ahora, lo mejor que puedes hacer es llevarla a casa de Ohando. Es un poco coqueta; pero Catalina la tomará.

No bien entró el P. Jacinto con su compañero, cerró de nuevo la puerta y dijo en alta voz: Dios te guarde, muchacha. Dios guarde á su merced, contestó ella. Entonces el Comendador y su guía subieron rápidamente la escalera. Ya en la antesala, donde tampoco había un alma, dijo el fraile á D. Fadrique, señalándole una puerta: Allí está Doña Blanca. Entra... háblale; pero ten juicio.

«Soy una bestia, pensó; debí haber callado». Cada vez que faltaba a su propósito de no contradecir a las tías, sentía una especie de remordimiento, como el del artista que se equivoca. Entró doña Águeda. Había oído la conversación desde el gabinete. Las dos hermanas se miraron. Era llegada la ocasión de explicar lo del ten con ten.

ELECTRA. ¿Y qué le dices, hombre? MÁXIMO. Hablo con el tío... Bueno: supongamos que has hablado ya con todos los tíos del mundo... Después... MÁXIMO. No te importe el procedimiento. Ten por seguro que te tomaré bajo mi amparo, y una vez que te ponga en lugar honrado y seguro, procederé al examen y selección de novios. De esto quiero hablar contigo ahora mismo. ELECTRA. ¿Me reñirás?

Hijo: ¡eso es el huevo de Juanelo! ¿Cuánto vas a ganar? No lo todavía.... De seguro que será poco. Sonrió Sarmiento, me hizo una caricia, y me dijo en voz baja, casi al oído: ¡Ten paciencia! Yo te buscaré algo mejor. Más bien dicho, ya tengo para una colocación. No todo sale a medida del deseo, y no podremos contar con el destino hasta dentro de dos meses, a principios de año.

Don Juan insistió: Pues dime que nos veremos. ¿Dónde? ¿Cuándo? ¡Cristeta, no sabes cómo estoy! Una vez..., te lo prometo...; quédate aquí, no me acompañes más..., y luego ten prudencia y no me sigas. Te obedeceré..., lo que quieras...; pero júrame que nos veremos pronto, que no me has olvidado por completo.

22 Y aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. 24 Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de , y envía a Lázaro que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque soy atormentado en esta llama.

Reina, has estado ridícula. ¿Por qué, tío? No se le dice a un joven, que es buen mozo. Pero si me parece que lo es. Motivo de más, para no decírselo. ¡Cómo! contesté yo sorprendida. ¿Entonces debía decirle que lo hallaba feo? No debías de haber tocado ese punto. Ten cualquier opinión, pero guárdala para ti. Sin embargo, mi tío, lo más natural es decir lo que se piensa. No en sociedad, sobrina.