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Y diziendo, Señor, ten mišericordia de mi hijo, ÿ es lunatico y padece malamëte: porÿ muchas vezes cae en el fuego, y muchas en el agua, Y helo prešentado

Señora, aseguro a usted... En fin, lo que en resumen quiero decirte es que, si el caso llega, no obstante el sacrificio que tu ausencia fuese para , ten la seguridad de que yo nunca sería un obstáculo... Muy al contrario, en hallarás el más decidido apoyo... Permitiéndome poner una sola condición, que te parecerá, creo, muy natural... Y es que me prometas no comprometerte a nada sin prevenirme de antemano.

No le volveré a ver decía Juanita. ¡Pero si al menos viera al pobre Gerardo!... moriría contenta, y llevaría a mi amado Carlos la bendición de su anciano padre. Ten paciencia decíale Isabel; él volverá, estoy convencida de ello; sobre todo, si ignora la muerte de su hijo. ¿No debe verle todos los años? Por lograr este anhelo, vendrá donde estás... ¡seguro de encontrarle!...

No temas nada, no me apartaré de ti. ¡Ay! no es por por quien tiemblo, querida Marta; es por vos que sufro tanto sin ser culpable. Mi madre puede castigarme cruelmente. Eso no es nada; pero, ¿y si se le ocurriera castigar mi falta en vos, en mi presencia? No, no; te estás agitando por un vano temor. Vamos, no podemos hacer esperar a tu madre. Ten calma y sígueme.

Anda, Elena, siéntate en el banco, bajo la glorieta dijo el aya . Tengo que entrar en la casa con Catalina, para hablar de un asunto importante. Toma, aquí tienes mi bolsa de labores, en ella encontrarás un tejido. Ten paciencia, que volveré a buscarte dentro de algunos minutos. Se alejó, y entró en la casa con Catalina, cuyo corazón palpitaba de curiosidad.

O fementida seta de Mahoma, Ancha, lasciva, poco escrupulosa, Con qué facilidad los simples doma! Mandasme, buen Aurelio, alguna cosa? Dios te guie, Francisco, ten paciencia; Que la mano bendita poderosa Curará de tu hermano la dolencia. Entra SILVIA. vas, Aurelio, dulce amado esposo? A verte, Silvia, pues tu vista sola Es el perfeto alivio á mis trabajos.

13 Ten misericordia de , SE

¿De dónde quieres que los saque?... gemía la infeliz Catalina. Ya no me quedan diez céntimos de lo último que cobré... Debo un mes de alquiler... Ayer pedí prestados quinientos francos a Blondeau el empresario, y ese gordo tacaño no me quiso prestar más que ciento cincuenta... ¡Alhajas no tengo, ni crédito, ni trabajo!... ¡Perdóname, Raguet, ten lástima de !... ¡Mientes! vociferó Raguet.

Bien, bien, ¿qué quieres decir con eso? Arrea un poco. ¡Ten paciencia, hombre, ten paciencia! Verás qué pronto todo lo que has dicho se lo lleva el viento. ¡Martinán, eres un burro! volvió á gritar el borracho recalcitrante desde su rincón. Martinán se volvió tranquilamente hacia él y le dijo: Si soy un burro, mándame mañana una fanega de cebada y te daré las gracias.

La batalla que el demonio y el ángel libraron, no duró mucho tiempo. Vino a decidirla, en favor del primero un billetito de Ventura que Generosa, la otra doncella de la casa, le trajo. Decía así: No te impacientes. Hoy hablaré a mamá. Ten confianza en tu Ventura. La mirada de la doncella al entregárselo, donde creyó advertir a pesar de la sonrisa una tácita censura, le turbó un poco.