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Actualizado: 12 de junio de 2025


Miró por el hueco de la escalera mientras subía lentamente y el hombre había dejado de lavar el suelo y le seguía con la vista. Llegado al segundo, Sorege llamó. Ningún ruido en el interior, ningún golpe de puertas, ni el más ligero rumor de pasos. Un silencio de casa vacía. Llamó de nuevo y esperó con el corazón agitado. Nada se oyó.

La explicación de Sorege era ciertamente aceptable y hasta verosímil, pero aquel relato, para un espíritu tan prevenido como el de Cristián, adolecía de exceso de habilidad, estaba demasiado bien compuesto y establecido y revelaba la preocupación de engañar. Tragomer quiso llevar hasta el último extremo á aquel admirable actor y obligarle á mostrar todos tus recursos.

Pero, si está usted aún preocupado por ese muchacho, ¿por qué no participa de la creencia de su amigo? ¿Por qué no trata de discutir la culpa del condenado? ¡Ah! Eso es imposible. Nos estrellaríamos contra la evidencia, dijo Sorege con fuerza. Negar los hechos materiales y reconocidos, probar, lo inverosímil, cerrarse á la evidencia, no es empresa para un ser sensato.

Los ojos de Sorege, ocultos según costumbre, se dirigieron claros y penetrantes á Jenny, y la expresión de astuta dulzura que ofrecía su cara desapareció de repente.

El efecto fué inmediato. Sorege se levantó exasperado por su fracaso y temblando por sus esfuerzos, y salió sin decir palabra, pero echándonos una mirada mortal. Yo, con los nervios retorcidos y el corazón desgarrado, prorrumpí en sollozos y Juana, arrodillada á mi lado, se esforzó por consolarme.

, pero usted le defendió, usted no teme hablar de él, ni se pone violento cuando se pronuncia su nombre... Tengo la costumbre de pensar muy claramente y de hablar con mucha franqueza. En este asunto de Freneuse hay algo que me choca en lo que se refiere al señor de Sorege. ¿Qué es? Usted debe saberlo; dígamelo. Cristián permaneció impasible.

Sin responder, Sorege fué hacia la puerta y salió. Cuando hubo desaparecido todos los presentes se sintieron como libres de un enorme peso. Miss Maud se acercó á su padre y le dijo con sonrisa un tanto forzada: Perdóneme usted por haber resistido á sus consejos queriendo casarme con ese personaje. No le había á usted engañado su golpe de vista y había juzgado con acierto.

Lo que después pasó se pierde en una especie de densa niebla... Estaba medio muerta cuando Sorege, con un revólver que me habías regalado tiró á boca de jarro tres balazos en la cara de la víctima, ya inerte hacía algunas horas.

Pero no se ponga usted en camino tan pronto, querido amigo; tenemos todavía mucho que hacer aquí, aun admitiendo que alguna vez necesitemos emprender ese viaje. Por el pronto, quiero ver á Sorege y hablar con él. ¡Qué! ¿Va usted á descubrir nuestras baterías? Están ya descubiertas, no lo dude usted. Conviene pues que tengamos la ventaja de saber cómo se defiende nuestro hombre.

Jacobo, estoy á tu discreción; haz de lo que quieras... ¡Aborrezco á Sorege! Ayer, todavía, me violentó y prefiero morir á ser suya, sobre todo ahora, que te he vuelto á ver, ¡Jacobo! eres el mismo de siempre, generoso y bueno... no me has denunciado, aunque has adivinado mi crimen... ¡Compréndelo bien! Hasta cuando te perseguía con mi odio, te amaba, Jacobo...

Palabra del Dia

rigoleto

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