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Volvió Perico demudado, temblándole las manitas, queriendo sonreír y no pudiendo... La voz le faltaba: no había llegado al parador. ¿A qué correr tras la desdicha, si salía al encuentro la esperanza?... En el camino habíale dicho Martín Romero que él tenía noticias que Juanito estaba mejor, casi bien del todo... ¿Lo ve usted?... ¿Lo ve usted? gritó la madre triunfante.

Cortés y mesurado en sus palabras, gallardo en sus ademanes, parco en el sonreír, el marqués de Moraima era un gran señor de otros tiempos, vestido casi siempre con traje de caballista, enemigo de la vida urbana, molesto por las exigencias sociales de su familia cuando éstas le retenían en Sevilla, y ansioso de correr al campo entre mayorales y vaqueros, a los que trataba con una llaneza de camaradas.

Pero lo que la hacía más joven era su afabilidad constante, aquel sonreír gracioso y benévolo con que iluminaba su rostro. De veras que no tenían por qué quejarse de su destino aquellas cuatro personas. Se dan casos de individuos y familias a quienes Dios no les debe nada; y sin embargo, piden y piden. Es que hay en la naturaleza humana un vicio de mendicidad; eso no tiene duda.

Sólo hago constar un hecho. Eres terca, caprichosa y un poco egoistilla; pero así y todo no mereces que te hagan desgraciada. Con todos esos defectos te haces, sin embargo, querer. ¿Sabes por qué?... Por la inocencia... Eres una niña. Tu terquedad, tus caprichos y hasta tu egoísmo, en vez de inspirar repugnancia, hacen sonreir.

Si la dama le miraba fijamente, sus mejillas se encendían. Clementina no podía menos de sonreír ante esta inocente alborada de amor. Gozaba con ella llena de curiosidad, alegre de sentirse aún bastante hermosa para inspirar a un niño tan rendida pasión.

Los antimilitaristas claman, creyendo que está en manos de su gobierno el evitar el choque... ¡País degenerado por la democracia y por la inferioridad de su celtismo triunfante, deseoso de todas las libertades!... Nosotros somos el único pueblo libre de la tierra, porque sabemos obedecer. La paradoja hizo sonreir á Julio. ¡Alemania único pueblo libre!...

A su vez, doña Guiomar abrazó a su hijo esforzándose en sonreír bajo las lágrimas; y, para poder seguirle con la mirada, subió con sus doncellas a la torre del caserón. «Hijo mío: Tardo eres ya en contestar a una madre que te quiere más que a . Hasta hoy, que es día de Pentecostés, no me han llegado otras nuevas que las que trajo de palabra el licenciado Carmona

Perfectamente. Cada vez era mayor la algazara. La imperturbabilidad del conde hacía muy buen efecto. Detrás de aquellas bromas se adivinaba que sus amigos le querían y respetaban su valor. En esto apareció un criado y le presentó una carta en bandeja de plata. La tomó y la abrió con curiosidad. Al recorrerla volvió a sonreír y la pasó a los que tenía al lado.

La expansión, dulcemente truhanesca, que le llamaba con los vulgares nombres de petit coco ó mon gros cheri, hacíale sonreír juvenilmente bajo su barba venerable. Era una pasión que alegraba el ocaso de su vida, que resucitaba su alma casi en las puertas de la vejez.

Aunque crees que en la vida no hay más que tinieblas, la idea de plácido crepúsculo te hace sonreir, y cuando sueñas con días mejores, ya no piensas en tu Linilla, en la huérfana desventurada.... ¿A qué negarlo? ¿No es verdad que a solas, en la soledad de tu pensamiento, miras luminosos días de incomparable felicidad? , y entonces... ¡no piensas en ! Tienes razón.