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No seas tonta dijo la moribunda haciendo un esfuerzo para sonreír y acariciándole la cabeza con su mano de esqueleto . Ya no me duele que te alegres.... ¡Qué importa!... Muero satisfecha sabiendo que vas a deberme un poco de felicidad.... Te recomiendo a las ancianitas del asilo.... Protégelas, hija mía ... y a esta buena Marcela, también.... Adiós, adiós todos.... Perdonadme el mal que os haya hecho....

Catalina Lefèvre no pudo dejar de sonreír; mas, volviendo a adquirir en seguida su aire serio, añadió: Todos sus razonamientos, Juan Claudio, no pueden convencerme; pero, lo confieso, el silencio de Gaspar me horroriza... Conozco muy bien a mi hijo y que seguramente me ha escrito. ¿Por qué sus cartas no han llegado a mi poder?... La guerra marcha mal, Hullin; tenemos todo el mundo contra nosotros; por ahí fuera no quieren nuestra Revolución, usted lo sabe tan bien como yo.

No le llamó «indio», pero Julio oyó interiormente la palabra lo mismo que si el alemán la hubiese proferido. ¡Ay, si la garra oculta y suave no le tuviese sujeto con sus crispaciones de emoción!... Pero este contacto mantuvo su calma y hasta le hizo sonreir. «¡Gracias, capitán! dijo mentalmente . Es lo menos que puedes hacer para cobrarte

Martinán, á quien conducían entre varios al interior de la casa, todavía tuvo fuerza para sonreir y decir con voz apagada: Tienes razón, mujer... Si hubiera estado ordeñando las vacas no me hubieran ordeñado á .

Algunas veces solía decirle: « no sabes, hijo mío, lo que te quiere tu padre; ya lo sabrás, ya lo sabrás... ¡y a alguno le pesaráañadía en tono triunfal. Miguel no sabía lo que estas palabras significaban; pero veía sonreír a su padre, y esto le ensanchaba el corazón. Un día aquél vino a noticiarle con tristeza que había pedido el cuartel para Sevilla.

Pero el ilustre Momaren quedó herido para siempre después de esta traición, y muy pocos le han visto sonreir. El dolor es el agua que riega los jardines de la poesía y hace crecer sus árboles más lozanos. Como usted notó durante la lectura de sus versos, este gran poeta sólo canta armoniosamente al recordar sus dolores.

Las flaquezas amorosas de su mayordomo le causaban más gracia que disgusto. Se las perdonaba de buen grado porque él mismo había caído en ellas y aún parecía dispuesto á caer si la ocasión se ofreciese. En cambio ya se guardaría de equivocarse en dos pesetas al rendir cuentas: le habría arrojado el tintero á la cabeza. Bueno, bueno añadió sin dejar de sonreir; á tranquilizar al ama.

Alzaba los ojos sorprendida, pero viéndole sonreír, sonreía también y alargaba sus labios de coral para darle un beso. ¿Por qué lloras, Luis? ¿Tienes pupa? Josefina no entendía que hubiese motivo más grave en el mundo para llorar. Amaba a Luis tiernamente, y eso que le chocaba y entristecía la frialdad que con ella usaba ordinariamente.

Me daba gusto repetirle lo poco que sabía yo, viendo brillar sus miradas y sonreir su boca. Despertábase la fisonomía en aquel rostro antes cerrado y tosco; hasta entonces había sido un ser indiferente, y se convirtió en hombre que reflexionaba acerca de mismo y de los objetos que le rodeaban.

Un día le dijo algo que la hizo sonreír no desfavorablemente, y romper con alguna coquetería un plato de pan tostado contra la seria y sencilla cara, que se le dirigía, retrocediendo luego a la cocina. Siguiola, y pocos momentos después regresó cubierto por más pan tostado, pero victorioso. Al cabo de ocho días se casaron ante un juez de paz y volvieron a Poker-Flat.