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Actualizado: 22 de junio de 2025
En la cazuela no queda títere con cabeza: albergue de solteronas y de doncellas, a las que el lujo y la riqueza no sonríen ni popularizan, se convierte en Criterion: allí se pasan por cedazo todas las reputaciones, ya sean de hombres o de mujeres. Allí se publican los deslices de la más linda mujer casada, que brilla en un palco, aunque sea más virtuosa que Lucrecia.
Con dos mil pesos de dote es vergonzoso ponerse tan maja siguió diciendo una de las solteronas en un devoto susurro. Sí respondió la otra, así es como se llega insensiblemente a la perdición... Esa chica de los Dumais tiene la simiente de las malas personas. Hice un esfuerzo para no oír más y hasta tosí con furor. Las habladoras siguieron impertérritas.
Mi imaginación excitada no tenía en cuenta el sitio en que estaba; y en la sombra del altar, apenas visible entre los fieles, me parecía ver levantarse la silueta de la abuela que me gritaba: Ahí tienes lo que tú serás si te obstinas en tus ideas de celibato... ¡Oh! no, no es así. A Dios gracias, no todas las solteronas tienen la devoción llena de hiel ni son tan falsas y mordaces.
Su adorada, entretanto, borda ó lee, reza el rosario con sus padres, hace flores, hace dulces, hace novenas.....; pero todo maquinalmente. Ciertas noches, de tiempo inmemorial, van á su casa unas solteronas á acompañar á su madre, que no lee otro periódico que el que ellas constituyen por sí propias.
Y al acompañarnos galantemente hasta la puerta, nos dijo con malicia: Vayan en paz, señoras, vayan en paz... Aquel deseo no debía realizarse, pues apenas entramos en casa, a la abuela le faltó tiempo para dar parte a Celestina del supuesto horror del Papa Inocencio IV por las solteronas. ¡Eso un Papa! exclamó Celestina. Debe de ser, todo lo más, un Papa falso...
Las solteronas muy metidas en años, cuya juventud no conoció el ardiente sabor de la vida, y las viudas que no quisieron mucho a sus maridos, que se casaron por conveniencia, suelen ser las más inclinadas a ejercer de casamenteras. Como no han usado su corazón, desconocen en los demás la onda emocional que constituye la base de toda relación amorosa.
Pues bien respondió la de Ribert, que comprendió que no era el momento de insistir, espere usted, la cosa no corre prisa... Si Dios quiere que usted se case, él sabrá enviarle el marido que la convenga. Sí, sí añadió Genoveva. Hablemos de las solteronas... Eso distraerá a Magdalena. Pronto recobró mi alegría su vivacidad habitual.
Cómo me espanta ese matrimonio en que ninguno de los dos se conoce murmuré estremeciéndome... No hablemos de matrimonios exclamó el cura. Estamos en el celibato, hablemos de él... No tenemos más que transportar a las solteronas las cualidades de bondad que admiramos en la mujer casada, para darnos cuenta si está o no en su vocación.
La aturdida no ha pensado que Celestina va a tomar todo esto en serio y acaso a intentar con el cura el paso aconsejado... En fin, ya veremos. Reanudé mi narración de las solteronas para explicar el «inocente» de Celestina, y aquello fue un concierto de risas. Francisca por poco se ahoga con una castaña en dulce y Petra se atragantó completamente al beber el último sorbo de té.
En aquel mundo de flaquezas, de escándalos, ¿quién recordaba ya la aventura, poco conocida al cabo, de la sobrinilla enferma? Volvieron sin embargo las solteronas al punto de partida; según ellas, se trataba de un marinero que había abusado de la inocencia o de la precocidad de la niña. Se discutió, como en el casino de Loreto, la verosimilitud del delito desde el punto de vista fisiológico.
Palabra del Dia
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