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Actualizado: 22 de junio de 2025
La estadística se calla en este punto respondió la Roubinet ligeramente confusa. Pero he leído con gran satisfacción la vida de ciertas solteronas sabias o artistas dijo con su énfasis habitual. ¡Oh! exclamó Petra. Creo que sueña usted. No, por cierto insistió la Roubinet. Así, en literatura...
¿Cómo? dijo el cura con estupor, ¿encuentra usted que Magdalena ha dicho una tontería porque quiere que el cristianismo inspire la vida de la solterona? No, señor cura, no es eso. Esta chica nos marea suponiendo que sólo el cristianismo ha hecho las solteronas... ¿Y usted quisiera que yo le dijese que se equivoca? preguntó el cura maliciosamente. ¡Oh! sí, señor cura suspiró la abuela.
Afirma que el celibato es una situación anormal, antinatural y... ¿qué se yo? Sí, la mujer debe casarse, tener hijos... eso es conocido... ¿Y qué más? Según ella, la mayor parte de las solteronas son egoístas. ¿Y los premios Montyon?... objetó Genoveva. Esos premios son de solteras y no para las egoístas...
Aunque salí de la casa con buenas disposiciones de fervor, mi insoportable imaginación hizo de las suyas. Hasta el Ofertorio todo fue bien, pero en ese momento, curiosa de reflexionar un poco sobre la innumerable cantidad de solteronas que desfilaban delante de mi vista, me extravié completamente.
Sí, lo concedo, y de eso tiene la culpa la educación moderna; pero, en suma, sus amigas de usted serían «dejadas por cuenta» puesto que los pretendientes que ellas aceptarían no las quieren... Pero entonces balbucí confundida, las solteronas han hecho ellas mismas su reputación... En mucha parte, sí afirmó la de Ribert.
En seguida, para evitar otra emoción, me preguntó a quemarropa: ¿Y las solteronas?... veo que las abandona usted definitivamente... No está bien interrumpir tan bonitos estudios... Así es la vida respondí; pero no crea usted que las abandono, puesto que les deberé mi felicidad... El cura me miró con expresión de asombro, y la abuela me dirigió una sonrisa.
La comparación respondió Arias no es muy poética, para ser de un discípulo de las nueve solteronas. Apolo recusará ser tocayo vuestro. Pero quedaos como la rosa entre estas abejas, prodigándoles los raudales de vuestra miel hiblea, mientras yo voy por un paraguas que me preserve del aguacero.
Lo que es menos claro es lo que pasa con las solteronas llegadas. ¿Llegadas a qué? preguntó el cura abriendo los ojos interrogadores detrás de las gafas. Llegadas al pleno esplendor del celibato, a la completa y profunda posesión de su yo personal. ¡Vaya! si empiezan ustedes con eso del «yo personal» protestó la abuela, van a decir, ciertamente, muchas tonterías... Estamos perdidos.
El saludo de la abuela se resintió de la tristeza de su última frase y careció, casi, de la tradicional reverencia. Las mías indicaron mi serenidad habitual. Yo estoy siempre contenta cuando se habla de las solteronas. ¡Cuánto voy a tener que escribir esta noche!... Ya acabé... Qué suerte... 29 de diciembre. Empiezan a llegar las respuestas... Soy feliz como el pez en el agua.
El padre Tomás, conocido y apreciado por el pueblo entero, lo que no es frecuente en Aiglemont, es también íntimo de los Ribert. El cura sacó en seguida la conversación de las solteronas, ayudado por la de Ribert, apasionada por todo lo que se refiere a la evolución femenina.
Palabra del Dia
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