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Actualizado: 12 de junio de 2025


Aquella mujer la suponía en amores con Pepe, y lejos de mostrarla enojo, la recibía bien; hasta elogiaba su hermosura...; hablaba de otro hombre y decía orgullosamente mi Millán. ¿Qué era aquello? No se esté Vd. aquí, señorita, que se le van a manchar las naguas... Paz careció de sangre fría para marcharse sin salir de dudas: su calma no podía confundirse con la indiferencia.

El saludo de la abuela se resintió de la tristeza de su última frase y careció, casi, de la tradicional reverencia. Las mías indicaron mi serenidad habitual. Yo estoy siempre contenta cuando se habla de las solteronas. ¡Cuánto voy a tener que escribir esta noche!... Ya acabé... Qué suerte... 29 de diciembre. Empiezan a llegar las respuestas... Soy feliz como el pez en el agua.

Desde mediados del siglo XVI hasta 1816 Ginebra no careció de su independencia sino durante los diez y seis ó diez y siete años de la dominacion francesa, á cuyo torrente no pudieron resistir ni los mas grandes imperios.

No careció Marcela de talento poético, ni de facilidad y gracia para versificar: "Yo soy un pobre estudiante Tentado de ser poeta, Cosa que por mis pecados Me ha venido por herencia; Porque ello es que qualis pater Talis filius, et cetera." Murió en su convento el 5 de enero de 1688, a los ochenta y tres años de edad, habiendo sobrevivido cincuenta y tres a su padre.

A algunos de ellos inmortalizó Velázquez pintándolos de suerte que siendo de tan baja ralea hoy figuran sus retratos junto a los del Rey. Si lo hizo con malicia fue grande ingenio; si careció de ella, como es de presumir por su bondad, el tiempo le ha vengado. Fotog. RUBENS EN ESPA

Lucía ansiaba llegar... pero la angustia de la caída la despertó, como sucede siempre en las pesadillas. A pocos días de haberse confesado Pilar, expiró. Fue su muerte casi dulce y del todo imprevista, en cuanto careció de agonía. Una flema mayor que las demás cortó su respiración algunos segundos, y apagose la débil luz de la vida en la exhausta lámpara.

Desde entonces, siempre que había garrotes grandes, no careció de estuche en que encerrarse. Por eso decían en la casa: «Duerme como una alhaja».

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