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Actualizado: 22 de junio de 2025


De aquí la imposibilidad de permanecer soltero. Confieso que estas nuevas consideraciones sobre las solteronas me interesaron de tal modo que olvidé que tenía que oír el resto del sermón. Vi entonces que la peroración había terminado y empujé dulcemente a la abuela perdida en las dulzuras de un sueño reparador.

respondió Francisca, vacilando un poco. Se trata del capitán Tronchet, que, según parece, ha pasado dos veces por delante de mis ventanas, en el momento en que yo las abría. ¿Y qué? Que no es verdad lo que se dice... ¡Oh! esas solteronas... ¿No has abierto las ventanas, y no ha pasado el capitán?

Por fin se restableció el silencio y emprendimos una nueva conversación más seria, aunque sobre el mismo asunto. Genoveva me preguntó con qué objeto hacía mis investigaciones, y le respondí que todo mi deseo era encontrar libros que me inicien en la introducción de las solteronas en la sociedad moderna, pues hasta ahora no me daba cuenta más que de la solterona involuntaria.

Le he contado nuestro pique con la Bonnetable y mi desencanto a propósito de las solteronas desde que las estudio al natural.

Todos estos tipos de solteronas viven juntas en medio del alegre concierto de burlas imparcialmente distribuidas a todas sin distinción de mérito. Cuando se quiere designar un carácter susceptible se dice: Es una solterona. Cuando se habla de un espíritu estrecho y vulgar, se exclama con mirada desdeñosa: Qué se puede esperar de una solterona...

En cuanto al lazo que usted reclama entre las solteronas involuntarias y las voluntarias, existe muy claro. ¿Qué hace usted de la Revolución y del Código de Napoleón?... Nada absolutamente, señor cura dejé escapar a pesar mío. Esas dos cosas no me dicen nada que valga. Pues es un error respondió el cura.

, pero el conjunto de esos defectos constituye una tacha enteramente femenina y no es sólo aplicable a las solteronas... No creía yo que la señora de Sermet tenía respecto a ellas esa opinión tan poco fundada... , señora respondí, y eso es lo que me ha hecho empezar mis investigaciones.

El cristianismo ha divinizado la virginidad, es cierto. Pero si ha hecho de la virgen la esposa de Dios, no ha querido en modo alguno divinizar a las vírgenes mundanas, a las que uno de vuestros autores de moda llama las «semivírgenesYo tampoco, abuela, hablo de las solteronas que conocemos...

Ahí tenemos a Celestina exclamó Francisca dirigiendo una sonría a la anciana criada que entraba en este instante para llevarse las tazas del y todo lo que nos molestaba. Pero Celestina hizo como que no había oído. Las mujeres de bien solteronas son demasiado numerosas siguió diciendo la Fontane.

La abuela se encogió de hombros, como de costumbre, al oír ese nombre aborrecido, pero, a pesar de su antipatía, me permitió hacer lo que quisiera. Todos estos preliminares no tenían otro objeto que obtener que la abuela me llamase al salón si se presentaban hoy algunas solteronas, pues quería hacer mis estudios del natural.

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