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Al decir estas palabras, le embargó la emoción, se le anudó la voz en la garganta y rompió a sollozar fuertemente. Lolita se la quedó mirando un buen rato, con ojos coléricos, el semblante pálido y las cejas fruncidas; por último se levantó repentinamente y fue a reunirse con sus amigas que estaban algo apartadas formando un grupo.

Las rarezas, las maldades, eran todas fingidas. ¿La ven ahora, con ese aire de indiferencia? Yo les aseguro que no cabe en de felicidad. De pronto, cuando el jefe del Registro llenaba las primeras formalidades, Raquel dejó de sollozar. Dijo algunas palabras ininteligibles y se dirigió impetuosamente hacia Adriana. Estaba resuelta a interrumpir el acto.

; me lo ha dicho... Digo, no, decírmelo, no... pero lo he adivinado por ciertas cosas... por algunas palabras indirectas.... Doña Paula estaba aturdida y sofocada. Afortunadamente, Cecilia no podía observar bien el color encendido de sus mejillas. Desearía saber qué palabras fueron ésas manifestó la joven con firmeza. ¡No me lo preguntes, hija de mi alma! exclamó la señora rompiendo a sollozar.

¿Por qué, corazón? No contestó. Siguió caminando algún tiempo y dejó escapar un gemido. Después parose nuevamente, y echando los brazos al cuello a su doncella, comenzó a sollozar con amargura. ¡Soy muy mala, Genoveva, soy muy mala! Mi corazón no acaba de verse libre de impurezas; el demonio y la carne me tienen aún sujeta. ¡Si supieses qué pecado he cometido ayer!

Y se puso a sollozar, hablando, con la voz entrecortada. Perdóname, Raquelita, perdóname. Ya que no tengo ni el derecho de pedirte perdón. Cuando debí hacerlo, te insulté. , he sido contigo demasiado mala. Ya no lo soy. He perdido todo mi orgullo odioso. No, no me mires con ese modo asombrado.

Y aquella animosa mujer detuvo un coche que pasaba y se metió en él con las dos criadas, mientras su marido, sin dejar de sollozar, corría a la calle de Hortaleza, donde la vieja prendera tenía su domicilio. Doña Rafaela había estado en las Ventas del Espíritu Santo a recoger un dinero que le debían.

Ya que soy pobre: no hay necesidad de repetírmelo.... En fin, esto es lo de menos.... Me dolió bastante más el que mi marido me dijese que por se ve sin sucesión la casa de Moscoso.... ¡Sin sucesión! ¿Y mi niña? ¡Angelito de mis entrañas! Lloraba la infeliz señora, lentamente, sin sollozar. Sus párpados tenían ya el matiz rojizo que dan los pintores a los de las Dolorosas.

Nuestras bocas se unieron. Si Dios no hubiera dispuesto que llegase Vd. en aquel instante, ¿qué hubiera sido de ? ¡Qué vergüenza, hija mía! ¡Qué vergüenza! dijo el padre vicario. Pepita se cubrió el rostro con entrambas manos y empezó a sollozar como una Magdalena. Las manos eran, en efecto, tan bellas, más bellas que lo que D. Luis había dicho en sus cartas.

Interesábase con sensible corazón en las más prolijas aflicciones de los demás, y, ante las desgracias de familia, que su ministerio le obligaba a presenciar de continuo, se le veía sollozar a la par de los deudos, pronunciando patéticas palabras que se grababan en la memoria de todos como tierno y docto epitafio.

Pedía en ella a Dios lluvia para los campos, fecundidad para los ganados, paz para la República, seguridad para los caminantes... Yo soy muy propenso a llorar, y aquella vez lloré hasta sollozar, porque el sentimiento religioso se había despertado en mi alma con exaltación y como una sensación desconocida, porque nunca he visto escena más religiosa; creía estar en los tiempos de Abraham, en su presencia, en la de Dios y de la naturaleza que lo revela; la voz de aquel hombre candoroso e inocente me hacía vibrar todas las fibras y me penetraba hasta la medula de los huesos.