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Actualizado: 17 de mayo de 2025
Yo quiero que se acuerden de la pobre Laura, pero sin sospechar nunca por qué se puso anémica y por qué murió..." Adriana y Carmen no pudieron seguir. Las lágrimas les anegaban los ojos y caían sobre las páginas del manuscrito. Las dos se pusieron a sollozar. Oyeron un ruido de pasos ligeros que se acercaban. Apareció Laura.
Excitada por sus mismas palabras, que se atropellaban unas a otras, colérica, descompuesta, me cubría de denuestos, repitiendo a cada instante: «¡Márchese usted! ¡No quiero verle a usted delante!» No hubo más remedio que aguardar a que se desahogase. Cuando lo hubo hecho, cayó en un singular abatimiento. Tapose la cara con las manos y comenzó a sollozar fuertemente.
Sin dar tregua a su intensa aflicción, cortando las palabras con los hondos suspiros y el continuo sollozar, torpe de lengua hasta lo sumo, declaró Almudena lo que sentía, y en verdad que si pudo entender Benina lenguaje tan extraño, no fue por el valor y sentido de los conceptos, sino por la fuerza de la verdad que el marroquí ponía en sus extrañísimas modulaciones, aullidos, desesperados gritos, y sofocados murmullos.
La señora de Maurescamp, en extremo admirada de aquel doble descubrimiento, dejó caer la bujía, que se apagó; después de algunos segundos de inmóvil estupor, dejose caer sobre un diván que tenía cerca y cubriéndose el rostro con las dos manos, púsose a sollozar.
Al decir estas palabras, le embargó la emoción, se le anudó la voz en la garganta y rompió a sollozar fuertemente. Lolita se la quedó mirando un buen rato, con ojos coléricos, el semblante pálido y las cejas fruncidas; por último se levantó repentinamente y fue a reunirse con sus amigas que estaban algo apartadas formando un grupo.
Y tomándole a la fuerza las dos manos empezó a repartir besos en ellas a toda prisa sin darse punto de descanso hasta que creyó percibir algo raro sobre su cabeza y la levantó. Marta estaba llorando. La sorpresa del joven fue tan grande que soltó las manos sin decir palabra. La niña se tapó con ellas la cara y comenzó a sollozar con vivo sentimiento.
Julia, después de mirar un momento inmóvil, se acercó despacio a sollozar junto al pantalón de Cooper. ¡Qué hiciste, papá! No sabía, chiquita... Apártate un momento. En el bananal enterró a su perro, apisonó la tierra encima, y regresó profundamente disgustado, llevando de la mano a sus dos chicos, que lloraban despacio para que su padre no los sintiera.
¡Mamá, no sabes lo que han hecho en mi cuarto esos chicos! profirió Eulalia con trabajo y dispuesta a sollozar. ¡Todo lo han revuelto y estropeado!... ¡Los polvos de los dientes llenos de agua!... ¡Los frascos de esencia abiertos y menos de mediados!... ¡El jabón hecho una repla!... ¡Los cepillos de dientes por el suelo!... ¡La esponja llena de porquería!... ¡La colcha de mi cama llena de betún!
»Pepita, Pepita: yo me siento conmovido y estoy a punto de sollozar cuando pienso en todas estas cosas... Yo me veo solo, yo me veo triste; yo veo que mi juventud va pasando estérilmente, sin una ternura, sin una caricia, sin un consuelo... »Adiós. No quiero que te pongas tú también triste. Este es un viejo que va todas las tardes al Congreso.
Aquellos infinitos sitios de que había hablado a Carlota eran una piadosa mentira. Quedó inmóvil, con el pensamiento vacío y el corazón apretado. Unas ansias atroces de sollozar le subían del pecho a la garganta amenazando ahogarle. Pero logró tenerlas encerradas: sólo algunas lágrimas brotaron a sus ojos sin darse cuenta hasta que vio la mirada de los transeúntes fijarse con curiosidad en él.
Palabra del Dia
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