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¡Ah, Dios mío! exclamó . ¡Usted... es posible! , lo sabemos todo, su madre y yo dijo Juana sofocada , y he venido, he querido venir... aquí estoy. ¡Mi madre también!... murmuró Jacobo . ¡Ah, qué contrariedad!... ¡Qué desagrado! Pero, ¡pobre amiga mía! ¿qué viene a hacer aquí? Se pierde. Lo contestó dolorosamente dejándose caer en una silla , pero he querido verle una vez más. Y sollozaba.

Pues , señor; traemos orden de detenerle y de entregar a su padre la joven que se ha escapado con usted. Bien; estoy a su disposición. Y dirigiéndose a Rosa, que sollozaba perdidamente en brazos de Máxima, le dijo en tono afectuoso: No tengas cuidado, Rosita; nos volveremos a ver pronto. Los guardias hablaron un instante con Tomás para indicarle, sin duda, que podía disponer de su hija.

¡Hijo, mi hijo querido! sollozaba ésta, sobre aquella espantosa ruina de su primogénito. El padre, desolado, acompañó al médico afuera. A usted se le puede decir; creo que es un caso perdido. Podrá mejorar, educarse en todo lo que permita su idiotismo, pero no más allá. ¡!... ¡!... asentía Mazzini. Pero dígame: ¿Usted cree que es herencia, que...?

Sollozaba quedamente con una timidez suplicante de niña, como si la intensa poesía de aquel recuerdo artístico hubiese quebrantado el débil resto de voluntad que la había mantenido dueña de . No qué tengo... Me siento morir... pero con una muerte ¡tan dulce! ¡tan dulce!... ¡Qué locura Rafael! ¡qué imprudencia haberme visto esta noche!...

Ya no vio más. Se sintió cogido de nuevo. Pero ahora era su madre la que sollozaba lo mismo que la vecina. «¡Hijo mío! ¡pobrecitoLa dolorosa visión borrábase instantáneamente en su memoria. Un período de obscuridad venía luego, y pasado éste, se veía con cierta blusa negra que le daba gran prestigio entre la chiquillería de la vecindad.

Era de esperar: habían civilizado demasiado á su ídolo: lo habían hecho conocer el champagne, le habían arrancado de su barbarie primitiva y al encontrarse con otro de su clase, recién salido de la cantera, forzosamente había de ser el vencido. Todos ellos sentían la necesidad de insultarlo antes de irse. De buena gana hubieran golpeado aquel paquete inerte que sollozaba encogido en la banqueta.

En el umbral se quedó paralizado de asombro ante lo que iluminaba la luz fuliginosa del candilón. Sabel, tendida en el suelo, aullaba desesperadamente; don Pedro, loco de furor, la brumaba a culatazos; en una esquina, Perucho, con los puños metidos en los ojos, sollozaba.

El maestro de escuela había ido a arrodillarse junto a su mujer e hijos, que lo abrazaban con enternecimiento, recordando su peligro de hacía tres años; el alcalde, como un patriarca bíblico, ponía las manos sobre la cabeza de sus hijos, agrupados en su derredor; el tío Francisco y la tía Juana también, en medio de sus hijos, murmuraban llorando su oración; Gertrudis abrazaba a su hermosa hija, quien inclinaba la frente como agobiada por la felicidad, y Pablo sollozaba, quizás por la primera vez, teniendo aún entre sus manos la blanca y delicada de su adorada Carmen, que acababa de abrir para él las puertas del paraíso.

Ya no existes, pobre hijo mío... Una bala traidora ha agujereado tu pecho, y cuando empezabas a vivir, cuando todo el mundo te sonreía y tu madre vivía pendiente de tu sonrisa, tan noble, tan hermoso, tan valiente, ya no eres más que ceniza... Dios que estás en los cielos, ¿por qué me dejas vivir sin mi Nanín...? La voz de la marquesa sollozaba al pronunciar estas palabras.

La joven sollozaba; Hullin no pudo resistir más y preguntó: ¿Pero es cierto que la señora Lefèvre consiente? ¡Ah, ! ¡Ah, ! Me lo ha dicho ella misma; me ha dicho: «Procura convencer a papá Juan Claudio; por mi parte, no deseo otra cosa; estoy muy contenta.» ¡Pues!... ¿Cómo voy a defenderme contra vosotros dos?; vendrás con nosotros; quedamos conformes. Un grito de alegría resonó en la casuca.