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Actualizado: 18 de mayo de 2025


Sus ojos estaban encarnados, parecían arrojar el fuego de una calentura horrible, y su pecho de gigante se alzaba y se deprimía á impulsos de una respiración poderosa, que se exhalaba por su boca entreabierta y seca, produciendo un silbido ronco y débil, á veces un ruido semejante al de un hervor fatigoso; de tiempo en tiempo, á lo largo de los cortos miembros del tío Manolillo, corría una convulsión rápida, fuerte, instantánea.

Y cuando al oír un ligero silbido de mis labios, ambos acudieron desde lejos dando brincos y vinieron a rozar suavemente mi cuello con sus hocicos, esperando una caricia, mi corazón se dilató: me sentía orgullosa de que hubiera en la tierra criaturas, aunque privadas de razón, que se inclinaban ante mi poder y me eran sumisas por afecto, y alcé hacia Roberto una mirada triunfante: ahora él debía saber quién era yo y qué pretendía.

El almuerzo esperaba hacía mucho rato; en aquella casa se comía al uso antiguo: las doce en punto. Sentáronse a la mesa, y Febrer, que estaba al lado del dueño, sintióse molestado por su respiración jadeante, por las grandes aspiraciones con que interrumpía sus palabras. En el silencio que envuelve siempre el principio de toda comida, sonó penosamente el silbido de sus pulmones enfermos.

Todo eso es razonable, dijo Marenval. Lo indispensable sería saber exactamente quién es esa Jenny Hawkins. Solamente Sorege podría decírnoslo y él se guardará bien de hacerlo. Á no ser que... ¿Y bien?... Á no ser que nos lo diga Jacobo de Freneuse. Marenval hizo oir una especie de silbido que le servía habitualmente para expresar sus dudas. , pero, vaya usted á buscarle. ¡Está lejos!

¿Qué hay, Piscis? preguntó Pablito al oir el silbido. ¿A que no sabes por dónde da las coces ahora el Romero? En efecto, las costureras levantaron la cabeza sorprendidas. Valentina le dijo a Teresa pugnando por no reir: Chica, ¿qué dice ése? ¿Que por dónde tira las coces un caballo? Será por el c... Aunque hablaba en voz baja, Piscis lo oyó perfectamente.

De vez en cuando algún admirador salía al balcón ofreciendo el jarro á su poeta, y éste, después de largo trago, acometía con nueva fuerza sus canturrias. A media tarde, cuando gran parte de la plaza estaba en la sombra, corrió á ella la gente, oyendo el silbido del chistu, que hacía locas escalas, acompañado por el monótono baqueteo del tamboril. Los versolaris se ocultaron.

Sonó algún silbido, se oyeron algunas carcajadas de mofa, pero las turbas abrieron paso, los grupos se aclararon, la lavandera echó pie a tierra, arreó el cochero y el carruaje pudo arrancar despacio por entre aquella muchedumbre hostil, momentáneamente amansada.

¿A ? murmuró Josefina entre dientes y con agresivo silbido de vocales . No me pregunte usted, Borrén.... Esas mujeres ordinarias me parecen todas iguales, cortadas por el mismo patrón. Morena... muy basta. ¡Ave María, Josefina! dijo escandalizada Lola Sobrado . No tuviste tiempo de verla: es hermosa y reúne mucha gracia. Fíjate otra vez en ella... si vuelve a pasar, te daré al codo.

Y acabó la noche, al fin, de envolver la casona y el valle y las montañas en la más densa e impenetrable oscuridad; se cerraron los portones, se avivó la fogata de la cocina, se arrimó a ella mi tío en el sitio de costumbre, pero inquieto y alarmado también, porque nos veía alarmados e inquietos a todos los que vagábamos como sombras, más que andábamos como personas, en su derredor... y ¡nada, ni una voz afuera, ni un golpe, ni un silbido!... El silencio, la soledad, el frío de los sepulcros, ¡la muerte por todas partes!

Toca esos cinco, y hasta el sábado á bordo del Sorsogon. Mi amigo se marchó, yo me vestí y.... Han pasado dos días. Son las siete de la mañana y nos encontramos sobre la cubierta del Sorsogon. Un prolongado silbido pone en movimiento cadenas, cuerdas y motones. El complemento de la humana actividad, lo representa el acto de levar un barco. Todo se mueve, todo cruge, todo rechina.

Palabra del Dia

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