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Actualizado: 12 de junio de 2025


Sus sesenta años, su cabeza blanca como la nieve, su rostro bondadoso, su afable sonrisa y su mirada serena hacían exclamar a todo el mundo: ahí va un hombre de bien, un justo. Don Salvador había viajado mucho y leído mucho con provecho. Sus conocimientos eran tan generales que su conversación resultaba siempre instructiva y amena.

Estaba sólo apaciguada por la sopa azucarada y por el calor. Sus ojos habían tomado esa expresión serena que nos da a los humanos de más edad, presa de agitaciones interiores, un cierto respeto mezclado de terror cuando estamos en presencia de una criatura.

Me mordí los labios hasta que brotó la sangre. Pero a pesar de todo quise permanecer serena, quise desempeñar el papel de ángel protector. Roberto dije, te has equivocado gravemente con respecto a : nada he tenido nunca contra ti. Me he vuelto temerosa y arrogante en el extranjero, eso es todo. Debes armarte de paciencia para tratarme, debes tener confianza en ... ¿quieres?

La mirada era humilde y serena; estaba casi ciego, y la melancolía del indio parecía de tal manera característica a ese rostro, que se hubiera dicho que jamás una sonrisa había podido iluminarlo. Los cabellos del anciano eran negros, largos y lustrosos, a pesar de la edad; la frente elevada y pensativa; la nariz aguileña; la barba poquísima y la boca severa.

Es un hombre de treinta y seis años a lo más, pero cuya cortesía serena, la gravedad inalterable y la severidad reconocida de costumbres y de principios, harían honor a un hombre de más edad. Me habían hablado de su trato como de la ventaja más real de mi estancia en Turena, y, no obstante, yo no había tratado de frecuentarle.

Parecía confundida por los cuidados que le prodigaban; hablaba, con los ojos húmedos, de los seres queridos que iba a volver a ver, si Dios lo permitía... A la caída de una tarde serena se abrió ante nuestras miradas ávidas el bello cuadro de la Gironde, rodeado de encantos por las sensaciones de la llegada.

María, con la mirada serena, clavada en el rostro ceñudo del presidente, y con tono firme y reposado, respondió: Todo cuanto acaba de manifestar el señor fiscal es la pura verdad, y de ello me felicito ardientemente.

Al amparo de un recogimiento unánime se verificaba en el espíritu de todos ese fino destilar de la meditación, absorta en cosas graves, que un alma santa ha comparado exquisitamente a la caída lenta y tranquila del rocío sobre el vellón de un cordero. Cuando el áspero contacto de la muchedumbre les devolvió a la realidad que les rodeaba, era la noche ya. Una cálida y serena noche de estío.

Seguí, pues, mi vuelta y recogíme en el cuadro de flores que yo mismo cultivo a gozar del triste y dulce abandono que inspira una tarde serena, un agua viva sonante y el verdor delicioso del abedul y del avellano.

Tenía ciega confianza en la bondad de su corazón y en la firmeza de sus afectos; pero al verla tan serena, moviendo entre sus dedos pequeños y sonrosados la aguja de marfil, sin preguntarle nada, sin pedirle que demorase el viaje por algunos días, sin decirle nada, sufría un nuevo y doloroso desengaño.

Palabra del Dia

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