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Doña Lupe, que escuchaba este coloquio desde el pasillo, aplicando su oído a la puerta entornada, fue perdiendo el miedo al oír la voz serena de su sobrino, y abrió un poquito, dejando ver su cara inteligente y atisbadora. «Entre usted, doña Lupe le dijo Segismundo . Ya está bien. Pasó el arrebato. Pero no quiere creer que hemos perdido a su esposa.

Lo que yo te decía, chica, lo mismo fue enterarse de que estabas en las Micaelas haciéndote la católica, que se le encendió el celo, y todas las tardes pasaba por allí en su featón. Los hombres son así: lo que tienen lo desprecian, y lo que ven guardado con llave y candados, eso, eso es lo que se les antoja. Quita, quita... dijo Fortunata, queriendo aparecer serena . No me vengas con cuentos.

Y volviéndose después a Jacobo, un poco pálida, pero perfectamente serena, añadió sin abandonar la ventana: ¡Creí que se mataba!... ¡Con estos diablos de niños no se gana para sustos! Jacobo habíase quedado aplanado en su asiento, y tartamudeó entonces: ¿Tienes aquí a Monina?... ¿Pues no la había de tener?... ¿Quién me separa a de mi niña?... ¿ no la conoces?... ¿Quieres verla?...

Allí tambien se acerca el peregrino, Para doblar humilde la rodilla Ante la hermosa, en cuyas sienes brilla La corona que adorna á la virtud; Y cuya frente cándida y serena, Como el disco argentado de la luna, Que se refleja en plácidas lagunas, Del corazon refleja la quietud.

Media hora después, un hombre alto, delgado, pálido, como de sesenta años muy modestamente vestido con ropas que demostraban un antiguo y continuo trato con el cepillo, entró lleno de ansiedad. Era uno de esos hombres que llevan el corazón en la cara. Un corazón todo sentimiento, todo dulzura, todo abnegación, todo caridad. Y en los ojos, la mirada inteligente y serena.

No consideró suficiente esta indiscreción, en vista de la serena indiferencia de la maestra, y pocos días después hizo una visita á la escuela, declarando á Dora de pronto todos los deseos, las esperanzas y las contrariedades que formaban lo que él llamaba «el mayor amor de mi vida». ¡Oh, general!... ¡Haberse fijado en una pobrecita como yo!...

La amo, y, sin embargo, me siento cambiado para con ella o más bien, mi amor ha tomado una forma inquieta y dolorosa. No dudo de ella, pero no me entrego ya con la misma serena confianza. A pesar mío, la observo, la analizo, y no encuentro ya sus cualidades tan indiscutibles.

Solo... Solo... Siempre solo, siempre solo con mis penas! Solo mientras dura el dia, solo en la noche serena, solo cuando pienso en Dios, solo al pensar en la tierra, solo cuando canto alegre, y solo con mi tristeza!... Solo siempre... Mas ¿por qué, esa soledad eterna?

Sentí al entrar al comedor una leve palpitación del corazón, la que desapareció tan pronto como me acordé de mi juramento de la víspera. Me le acerqué, serena, mirándolo de frente, y le extendí la mano. ¿Marta duerme todavía? pregunté.

Rafaela sintió sin duda grandísimo pesar, pero no le faltó energía para disimularle, y a los ojos del público apareció impasible y serena, así en los días que precedieron a la partida de Juan Maury como después de su partida. Lo que pasó, durante aquellos días, en el corazón de Rafaela, no lo supo más que una persona.