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Actualizado: 12 de mayo de 2025


Pero su alma permanecía serena en medio de sus tentativas viciosas: las mismas con quienes pasó ratos agradables le repugnaban después, y como las viera venir por la calle, les huía el bulto.

Tenía talento, estaba obligada a cultivarle; era bella y fuerte, necesitaba conservar su fuerza y su hermosura; había recibido un nombre ilustre, y, ya que no acertase a ilustrarle más, no debía mancharle. Aunque ella se considerara igual por naturaleza a los demás seres humanos, los juzgaba a todos marchando en busca de mayor bien y de superior altura más luminosa y serena.

Por causa análoga, Leocadia, la muchacha de condición humilde, sin esperanza de fortuna, se mostró esquiva con su novio: Paz, en cambio, sintió entonces hacia su amante una simpatía firme y serena, en que había algo de respeto. A medida que su diferente posición tendía a separarles, más se aferraba ella a su cariño.

Fueron juntos los cuatro hacia la Estación, al paso menudo de doña Rebeca, que acentuaba su actitud de víctima musitando entre suspiros: De fuera vendrá quien de casa nos echará...; unos nacen con estrella.... Fernando y Carmen se adelantaron un poco, enveredados a la par por la mies adelante. Mostrábase el otoño benigno y dulce, y era la mañana serena y luminosa.

Ella, como , áun lleva la frente pura y alta, tiene el alma serena y el corazon sin hiel; piadosa para todos, ignora qué es la envidia y sufre resignada el mal y la perfidia sin pensar en quien lo hace y sin quejarse de él.

Y con serena indiferencia, como si hablase de algo ocurrido muchos años antes, relató á Gillespie la misteriosa aparición del poeta Golbasto tendido en la arena de la playa y medio ahogado, así como la dolencia extraña de Momaren y las murmuraciones de los que afirmaban que á la misma hora lo habían llevado inánime á su palacio unos desconocidos.

Por la inmensa llanura líquida se esparcía una blanca claridad que hacía temblar al monstruo de júbilo. La blanca diosa, al abandonar el firmamento y hundirse en las olas, mostraba en silencio su faz radiante y serena. Las estrellas palidecían ante su majestad. Ningún ruido se escuchaba más que el leve batir de las olas.

Ana, a quien tanto molestaba aquel abandono en los momentos de debilidad en que los nervios exaltados la mortificaban con tristeza y desconsuelo, cuando estaba serena, sobre todo después de dormir algunas horas o de tomar alimento con gusto, llegaba a sentir un placer sutil, casi voluptuoso en aquella soledad.

Genara tenía mucho miedo a la muerte, señal de turbada conciencia; pero ella se esforzaba en aparecer serena y animábase con sus propias sonrisas, como el soldado cobarde con sus propias bravatas. Iba, venía, recogiendo ropas, llenando baúles, haciendo y deshaciendo paquetes, dictando órdenes; contando su dinero y apuntando encargos.

El joven Princetot había acompañado a Delaberge hasta los mismos andenes... Francisco le envolvió en aquel supremo momento en una afectuosísima mirada y nunca le pareció tan evidente su semejanza con el hijo de Miguelina... ¡Valor, y buena suerte! le dijo con voz que se esforzaba en hacer serena.

Palabra del Dia

bagani

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