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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Súbito choque de aceros resonó: dos voces roncas, una de viejo, irritada, serena y jóven la otra, de entre el silencio salieron, terribles, tempestuosas.
Ya sabe Vd. que soy agradecida. Luego, violentándose por aparecer serena, murmuró, como quien habla solo: Esto se acabó, esto ha concluido... para siempre. Tirso, parado al pie de la escalinata de ingreso a San Isidro, vio tranquilamente alejarse al carruaje de Paz.
En cuanto conoció que su autoridad se acataba, De Pas fue amansando el oleaje de su cólera; y al fin, pálido, pero con voz ya serena: Salga usted dijo señalando a la puerta , salga usted... libre por ser un loco... pero ni dos horas permanezca en la ciudad, ni hable con alma viviente de lo ocurrido aquí... y en cuanto a su crimen execrable, yo me entenderé, sin necesidad de ver a usted, con el señor Peláez, y él le comunicará lo que resolvamos.
Don Fadrique, como si anhelase apartar de sí tristes y enojosos pensamientos, impropios de su carácter y risueña filosofía, se pasó la mano por la frente, y creyendo que recobraba su serena y alegre condición, dijo en voz alta: Hola, ilustre poeta, ¿qué nuevo idilio compone V. en estas soledades? Don Carlos se levantó del asiento, y yendo hacia los recién venidos, dijo: Buenos días, Sr.
Tu eres la estrella que mis pasos guias En el camino del desierto mundo, Y de tu lumbre el esplendor divino Siempre me alhaga. La corona de fuego Del astro, rey del dia, Entre la onda fria Del mar, se sumerjió; Y la apacible noche, Su frente plateada De estrellas coronada, Serena levantó.
Clotilde se mostró al principio, por un esfuerzo poderoso de la voluntad, más serena que antes; pero ya la gente se encontraba dispuesta a la broma y no valió ningún recurso para ponerla seria. El público, cuando presiente el jaleo, es lo mismo que una fiera cuando huele la sangre: no hay quien lo ataje, y es necesario darle carne a toda costa.
Señor marqués..., ¿quiere que tomemos un poco el aire? Está la noche muy buena.... Nos pasearemos por el huerto.... Y para sus adentros pensaba: «En el huerto le digo que me voy también.... No se ha hecho para mí esta vida, ni esta casa». Salieron al huerto. Oíase el cuarrear de las ranas en el estanque, pero ni una hoja de los árboles se movía, tal estaba la noche de serena.
Las señoras, que aguardaban en la antesala, decían en voz de falsete a las que entraban: «Se está despidiendo, se está despidiendo de su padre... Don Mariano no quiere ir a la ceremonia.» Después apareció otra vez María, risueña y serena como antes, diciéndoles: Vamos, señores; en marcha.
Eliminando la sugestión del interés egoísta de las almas, el pensamiento inspirado en la preocupación por destinos ulteriores a nuestra vida, todo lo purifica y serena, todo lo ennoblece; y es un alto honor de nuestro siglo el que la fuerza obligatoria de esa preocupación por lo futuro, el sentimiento de esa elevada imposición de la dignidad del ser racional, se hayan manifestado tan claramente en él, que aun en el seno del más absoluto pesimismo, aun en el seno de la amarga filosofía que ha traído a la civilización occidental, dentro del loto de Oriente, el amor de la disolución y la nada, la voz de Hártmann ha predicado, con la apariencia de la lógica, el austero deber de continuar la obra del perfeccionamiento, de trabajar en beneficio del porvenir, para que, acelerada la evolución por el esfuerzo de los hombres, llegue ella con más rápido impulso a su término final, que será el término de todo dolor y toda vida.
»Entonces soñé, y mi ensueño fue tan delicioso, que me desquitó con creces de las terribles vigilias que acababa de pasar... Era una noche del mes de julio, plácida y serena, y a la luz de la luna, Magdalena y yo nos paseábamos en un país extraño, pero que a mí me era desconocido.
Palabra del Dia
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