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Actualizado: 16 de mayo de 2025
Pasó Fernando a ver al señor cura, y éste, según su costumbre, le convidó a comer. Se sentaron a la mesa el señor cura y Fernando.
Al retirarse juntos el ciego marroquí y Benina, lamentándose de su mala sombra, fueron a parar, como la otra vez, a la plaza del Progreso, y se sentaron al pie de la estatua para deliberar acerca de las dificultades y ahogos de aquel día.
Se bebe por término medio una docena de botellas todos los días. ¡No haga V. caso, hombre! exclamó doña Martina riendo. Este Romillo siempre tiene ganas de bromas. Se las beberán entre él y sus amigachos. Estaban a los postres. Romillo y Valle fueron invitados a tomar café y se sentaron a la mesa.
Hasta ahora no; pero no os descuidéis, pues temo que la noche no pase sin alarmas. Entró en la tienda con Hans, que se caía de sueño, y el piloto y Cornelio se sentaron junto al fuego con los fusiles entre las rodillas. Media hora llevarían velando cuando oyeron a corta distancia lúgubres aullidos.
Sentémonos aquí antes de entrar en el camino real. Es lo mejor que podemos hacer. Choto, ven aquí. Los tres se sentaron. Si está esto lleno de flores... dijo la Nela . ¡Madre!, ¡qué guapas! Cógeme un ramo. Aunque no las veo, me gusta tenerlas en mi mano. Se me figura que las oigo. Eso sí que es gracioso.
Pues ahora no encuentro sitio aquí cerca... Aguarda un poco... aguarda... Podríamos bajar la despensa al sótano y quedaba un cuartito, que bien arreglado, acaso serviría... Lo que hay es que no comunica con estas habitaciones. Tendrías que cruzar el pasillo. ¡Qué importa eso! Fueron de nuevo al comedor y se sentaron en el mismo rincón.
Llegaban los laureles casi á ciento, A cuya sombra y troncos se sentaron Algunos de aquel numero contento. Otros los de las palmas ocuparon, De los mirtos, y yedras, y los robles Tambien varios poetas albergaron. Puesto que humildes, eran de los nobles Los asientos qual tronos levantados, Porque tú, ó envidia, aqui tu rabia dobles.
Subieron las escaleras y entraron en una cocina grande. Varios paisanos y soldados, congregados allí, charlaban. Se sentaron a cenar a una mesa larga, iluminada por un velón de varios mecheros que colgaba del techo.
2 Y su concubina adulteró contra él, y se fue de él a casa de su padre, a Belén de Judá, y estuvo allá por tiempo de cuatro meses. 6 Y se sentaron ellos dos juntos, y comieron y bebieron. Y el padre de la joven dijo al varón: Yo te ruego que te quieras quedar aquí esta noche, y se alegrará tu corazón.
El aya, en pie también, con las manos cruzadas, los observaba atentamente, sin dejar por eso de mover sus labios finos y rojos. Concluída la oración, los niños miraron al aya: ésta hizo una imperceptible señal con los ojos y todos se sentaron. Un criado con librea fué anudando las servilletas á la garganta de los chicos bajo la atención vigilante de la institutriz. Nadie despegaba los labios.
Palabra del Dia
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