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Actualizado: 16 de junio de 2025
La doncella entró á reunirse con su señora y nosotros nos quedamos solos en el saloncillo. Pector y Raleigh se sentaron al lado de la chimenea, mientras yo, invenciblemente atraído por aquella puerta entreabierta, avanzaba á pasos ligeros, la cabeza inclinada, aprestando el oído y escuchando los más vagos rumores.
Retrocediendo despues sin volver al califa la espalda, ocupó un asiento cubierto con paño de oro que le estaba preparado, y en seguida fueron admitidos á besar la mano al soberano islamita los condes y demas caballeros de su cortejo, los cuales se acercaron al trono repitiendo sus mismas postraciones, y luego se sentaron en fila dejando en el centro á su rey.
Pero tantos desengaños sufrieron, que, al fin, rendidos y sin esperanza, se sentaron uno frente a otro, silenciosos, con reposo y gravedad de esfinges, y mirándose confirieron tácitamente la solución del enigma a la divina voluntad.
Todos tenían el mismo salvaje aspecto y estaban animados por la misma energía e idéntico espíritu de venganza. Los de Hullin, rendidos de cansancio, se sentaron a derecha e izquierda en haces de leña, en las piedras de los desagües y en las losas del hogar, con la cabeza entre las manos y los codos en las rodillas.
Desensillaron los pingos y se sentaron en rueda, refiriéndose entre sí infinitas menudencias porque tiene muchos cuentos y muchos hijos la ausiencia.
Bajábase a ella por un sendero empinado y resbaladizo. Mientras el jarro se atracaba de agua lentamente con el hilito que caía de la canal, los jóvenes se sentaron en un banco tosco de piedras, y continuaron su charla, entreverada de risa. Andrés sostenía con formalidad que iban aumentando mucho sus fuerzas con el ejercicio, que levantaba ya una porción de libras más a pulso.
En uno de los ratos en que juntos se sentaron sobre el césped a descansar, vieron llegar muy de prisa y demudada a la tabernera, que cuchicheó un instante con Celesto.
Luego, sin transición, se extendió sobre el cielo un día sereno, místicamente suave, somnoliento y bello; palpitante como si revoloteara en el aire la vida con alas invisibles; la Naturaleza despertaba a una exuberante resurrección. Y a la pobre enferma la sentaron al aire libre, postrada bajo aquel sol glorioso que lo doraba todo con sus rayos.
16 Y fueron sus discípulos, y vinieron a la ciudad, y hallaron como les había dicho; y aderezaron la Pascua. 17 Y llegada la tarde, fue con los doce. 18 Y cuando se sentaron a la mesa y comieron, dijo Jesús: De cierto os digo que uno de vosotros, que come conmigo, me ha de entregar.
Se sentaron. Comenzó don Manuel a hablar animadamente con la voz impregnada de emoción y de dulzura. Salvador le atendía en silencio, sin dejar de mesarse la barba febrilmente; y en esto se oyeron en el pasillo unas palabras recias y unos pasos sonoros. Son el cura y el maestro dijo don Manuel contrariado.
Palabra del Dia
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