Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 22 de junio de 2025


Era de mediana estatura, robusto y bien formado, de rostro moreno y expresivo, con grandes ojos negros y cabello crespo y enredado. No había nacido en la Segada, sino muy cerca de la casa de D. Álvaro Estrada. Tocóle ir de soldado á los veinte años y consiguió llegar á sargento muy pronto por su buena conducta y rápida comprensión.

Cuando volvió á su país, hacía poco más de un año, había perdido el hábito de trabajar en las faenas del campo, aunque ganara mucho en el manejo de la pluma y buenos modales. Por influencia de Matilde y su marido entró como administrador subalterno de la casa de Trevia, habitando en el palacio de la Segada y dependiendo del administrador general, que residía en la capital de la provincia.

Recordaba vagamente un perro negro de lanas, noble y hermoso; debía de ser un terranova. ¿Qué habría sido de él? . El perro se tendía al sol, con la cabeza entre las patas, y ella se acostaba a su lado y apoyaba la mejilla sobre el lomo rizado, ocultando casi todo el rostro en la lana suave y caliente. En los prados se arrojaba de espaldas o de bruces sobre los montones de yerba segada.

Por la noche, hablando de los trabajos del día siguiente, solía decir á sus hijas en tono humilde, que asustaba por lo inusitado, afectando al mismo tiempo sonrisa campechana: «Si queréis ir á divertiros un poco mañana al prado de los Molinos, ya sabéis que principian á segarloLas niñas comprendían perfectamente, y al día siguiente de madrugada tomaban unos palos ligeros y lustrosos por el uso, y se pasaban el día esparciendo la hierba segada para que el sol la secase más pronto.

Vaya, vaya con el señor conde, ¿qué le habremos hecho nosotros para que así nos aborrezca?... ¿Qué le habremos hecho nosotros para que así nos aborrezca? El cura de la Segada tenía por costumbre repetir dos, tres y hasta cuatro veces la misma frase, mirando fijamente al interlocutor, y abriendo desmesuradamente la boca para reir y también para dejar ver unos enormes y desvencijados dientes.

No, hija, no hay de qué... al contrario.... Aquí se está bien... esta sombra... pero yo estoy algo cansado... y con tu permiso... entre aquellas raíces, sobre aquel montón verde y fresco de yerba segada... ¿eh? ¿qué te parece? voy a sentarme un rato.... Y lo hizo como lo dijo.

Todo se le volvia suspirar con bramidos, pasearse á trancos, beber buches de agua y dar algún puñetazo ea la pared. ¡Tremendo caso aquel! ¡Cuántas esperanzas desvanecidas!... ¡Aquella flor del mundo segada y marchita! Esto era para volverse loco.

¡Quieto! ¡quieto! que este mundo acá ha de quedar... y lo que le voy á dar no es un veneno... De aquí no sale sin haber hecho algún gasto al cura de la Segada... Porque, lo que es á terco, no me gana usted á , señorito. El cura se dirigió al decir esto á la puerta, dió la vuelta á la llave y se la guardó en el bolsillo.

Algún que otro arriero con sus mulas delante y montado en una de ellas sobre una pirámide de fardos; cualquier vecino que por casualidad saliese en busca de una vaca extraviada, ó los mozos crudos de Vegalora que tuviesen arrestos suficientes para ir á cortejar las mozas de la Segada ó de otros lugares cercanos.

¡Hola! ¿Vienen ustedes de visitar á la ilustre familia de los Trevia? dijo Paco Ruiz, que era un mozo guapo y arrogante, de ojos negros expresivos, barba recortada y que á la sazón mordía, cerrando los ojos voluptuosamente, un magnífico cigarro habano. , venimos de la Segada. ¿Repartían por allá monedas de cinco duros?

Palabra del Dia

lanterna

Otros Mirando