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Actualizado: 8 de junio de 2025
¡Vaya si golía!... Los cazolones los tiene en ca el sacristán. Allí vienen y se los llenan, y hala con todo para Cuatro Caminos. El marido... añadió la Burlada echando lumbre por los ojos , es uno que vende teas y perejil... Ha sido melitar, y tiene siete cruces sencillas y una con cinco riales... Ya ves qué familia.
Esparcidos por el recinto, unos sentados, otros de hinojos, estaban: el maestro de escuela, que era un joven rubio afeminado, con traje de labrador en día de fiesta; el escribano del lugar, que trabajaba toda la semana en Lada y venía los sábados por la tarde a pasar el domingo con su familia; rostro enjuto, nariz aguileña, aspecto de raposo; cierto caballero llamado D. Jaime, hijo del pueblo, que había llegado recientemente de América: color de aceituna, ojos pequeños y hundidos, enfermo del hígado, de cuarenta y cinco a cincuenta años de edad; el sacristán y otras dos o tres personas, que por su aspecto representaban la transición entre el labrador y el caballero.
Yo me enteré de esa historia cuando era sacristán y me sortaba a leer en los romances viejos que guardaba el cura... Pues Pizarro era un probe como nosotros, que pasó el mar, y con doce o trece gachós tan pelaos como él se metió en una tierra que ni el propio Paraíso... un reino donde está el Potosí: no igo más.
Puesto respondió Cigarral que ni viene el doctor, ni suena el notario, ni asoma el sacristán, trinidad y compañía la más grave que está al comienzo y cabeza de este pueblo, no hay más que decir, sino que esa persona que autorizadamente marcha, y paso pasito llega, no es ni puede ser menos, y sin ofensa de parte, que el sardesco lucero, jumento principal de don Antonio Gerif, que a esta hora y cotidianamente pasa, en conserva de algún sirviente, por regalos, frutas y flores de la huerta que el rico Antón posee con tantos jardines allá en el río.
Estaban también Bordagorri, el de Meharín; Achucarro, de Urdax; Etchehun, el versolari de Chacxu; Gañecoechia, de Osses; Bishiño, de Azparrain, Listurria, de Briscus; Rebenacq, de Pourtalés; el propietario de Saint Palais con el barón Lesbas d'Armagnac, de Mauleon; Detchesarry, el sacristán de Biriatu; Guibeleguieta, de Barcus; Iturbide, de Hendaya; Echemendi, el minero de Articuza; Chocoa, el cantero de San Estéban de Baigorri; Garraiz, el cazador de palomas de Echalar; Setoain, el leñador de Esterensuby; Isuribere, el pastor de Urepel; y Chiquierdi, el de Zugarramurdi.
Los tribunales eclesiásticos juzgaban hasta al mismo rey, pero la justicia seglar no podía tocarle un pelo de la ropa al último sacristán, aunque cometiese los mayores delitos en la vía pública. Sólo la Iglesia podía juzgar a los suyos.
Las mujeres prestáronse gustosas a conducir el cadáver; pero como el cementerio estaba muy cerca de la casa del cura, Salvador tomó en sus brazos el cuerpo frío, y acompañado del cura y sacristán, precedido de una turba de chiquillos y seguido de dos docenas de mujeres curiosas, le depositó junto al hoyo. Con ayuda de femeninas manos fue bajado a lo profundo y se le echó mucha tierra encima.
La procesión salió en buen orden de la iglesia a las ocho en punto de la mañana. Rompían la marcha el sacristán y los monaguillos, que llevaban el estandarte, la manga de la parroquia y dos cruces de plata, a uno y otro lado de la manga. Después muchísima cera, esto es, multitud de hombres con velas encendidas caminaban en dos hueras.
¿Te acuerdas cómo se burlaba de mí tu pobre padre? «Este chiquillo decía en la sacristía es un Sixto V.» «¿Qué quieres ser?», me preguntaban. Y yo respondía siempre lo mismo: «Arzobispo de Toledo.» ¡Y poco que se burlaba el buen sacristán de la seguridad con que hablaba yo de mis pretensiones! Cuando me consagraron obispo, cree, Tomasa, que me acordé mucho de él, sintiendo que hubiese muerto.
Mejor sería que en vez de decir tales cosas les dieses a esos infelices algo de lo que robas a la Virgen. El sacristán levantaba los hombros con desprecio. Ya que no tenían para comer, que no hiciesen hijos. Allí estaba él con solo una hija. No se creía con derecho a más, y eso que, gracias a Nuestra Señora, guardaba un mendrugo para la vejez.
Palabra del Dia
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