United States or Bouvet Island ? Vote for the TOP Country of the Week !


Rociole la cara con agua fría, le desprendió la bata y le volcó en la boca las últimas gotas del aguardiente de caña que quedaban en el porrón. Pero su corazón parecía no latir de nuevo, ella no recuperaba la vida. Irritado por esa obstinación de morirse, le dio un puntapié, se acostó otra vez bajo su raído poncho y a los pocos instantes irrumpió en ronquidos...

Pimentó, de bruces en el suelo, se quejaba con lamentos que parecían ronquidos, saliendo á borbotones la sangre de su rota cabeza. Con la fraternidad del ebrio, acudió Terreròla el mayor en auxilio de su rival, mirando hostilmente á Batiste. Le insultaba, buscando en su faja un arma para herirle.

«Había visto ella muchas cosas en su vida de servidumbre.... En aquella casa iba a pasar algo. ¿Qué habría hecho la señora en la huerta? ¿No se le había figurado a ella oír allá, hacia la puerta del Parque, una voz...? Sería aprensión... pero... algo, algo había allí. ¿Qué papel la reservarían? ¿Contarían con ella? ¡Ay de ellos si no!». Y con una delicia morbosa, la rubia lúbrica olfateaba la deshonra de aquel hogar, oyendo a lo lejos los ronquidos de Anselmo; «otro estúpido que jamás había venido a buscarla en el secreto de la noche»...

Instintivamente buscó el botón eléctrico para hacer la obscuridad, y antes de perder completamente la percepción del mundo exterior oyó sus primeros ronquidos. Una luz hiriéndole en los ojos le hizo incorporarse. Vió al coronel junto á su lecho. El profundo silencio de la noche, que aún parecía más absoluto sostenido por el rumor del mar, se rasgaba á lo lejos con el jadeo de un automóvil.

Aprovechó un momento en que estaba desierto el paseo para deslizarse por una escalera. Bajó dos pisos sin encontrar a nadie. Luego avanzó por un pasadizo, de puntillas sobre la tupida alfombra roja con grandes redondeles, en cuyo centro se ostentaba el nombre del buque. De algunas puertas surgían furiosos ronquidos. Creyó que sonaban detrás de él leves roces, como si alguien le siguiese.

La madre, luego de varios intentos para despertar a su esposo, sin conseguir otro éxito que palabras incoherentes seguidas de nuevos ronquidos, había rezado hasta el amanecer por el alma del señor de la torre, creyéndolo muerto. Margalida, que dormía cerca de su hermano, le había llamado con voz queda y angustiosa al oír los primeros tiros. «¿Oyes, Pepet?...»

Déjame ir en mi mulita y yo te lo pagaré si no quieres aguardar a que Dios te lo pague. El enmascarado siguió sin contestar, aunque dando más ronquidos. ¿No oyes que yo lo pagaré? Sobre los doce mil reales que y tu compañero os habéis repartido, yo puedo darte otros ocho mil si me dejas libre. ¿Y cómo? dijo entonces el enmascarado . ¿Dónde llevas escondidos esos ocho mil reales?

Sintiola perfectamente, despertose, y al saberla junto a , le dijo, con su recia voz de siempre: ¿Has resucitao, gallega perra? ¡Esto te enseñará a no morirte otra vez! Diose vuelta al otro lado, y, mientras ella se acurrucaba a sus espaldas, como un polluelo friolento bajo el ala de la madre, estallaron de nuevo sus ronquidos.

Después del tercer cuarto de hora me arrepentí de haberme acostado, y al cabo de una hora de inquietud, me levanté dispuesto a vestirme. Animome la creencia de que había visto lumbre en la sala común, y que tal vez estaba ardiendo todavía. Salí fuera de mi habitación y seguí a tientas el corredor que resonaba con los ronquidos de los allemani y con el silbido del viento implacable.

Al pasar junto á una puerta oyó ronquidos. El alemán, deseoso de amoldarse en todo á las costumbres del país, dormía la siesta. El mestizo salió al patio grande, deteniéndose frente á la jaula del centro, rodeada de arbustos con flores enormes, rojas y de cinco puntas, llamadas «estrella federal». Allí estaba la célebre bestia: una especie de mochuelo diminuto, de pico breve y encorvado.